Confesiones -Pt. I-

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Gianmarco nunca condujo un auto tan veloz y lujoso como el de Bahiana. Pensaba que, si un día llegaba a suceder, lo disfrutaría. No era así, porque se encontraba en una infernal carrera por salvar a la mujer que amaba y había obstáculos en su camino. Se dirigía hacia el primero por pedido de Bahiana: El departamento de Noah en un peligroso barrio donde ese auto, sin duda, llamaría la atención. Sin embargo, no era a los simples mortales a lo que Gianmarco temía. Tampoco a los sobrenaturales seres que protagonizaron todas las historias de aquel día.

Ese día temía al tiempo mismo, a su vertiginoso avance y a su pérdida absoluta.

Olivia iba en silencio a su lado, y Gianmarco sospechaba que solo lo estaba acompañando para saber cómo terminaría aquello. Quizás quería presenciar el reencuentro con Fátima solo para descubrir qué tan mal de la cabeza estaba. Tal vez, lo que esperaba, era que Gianmarco entrara en razón y enviara al demonio a la única chica que amaba del modo en que podía amar a Fátima.

Si era así, esperaba en vano.

Se detuvo frente al complejo de pequeños departamentos donde Noah vivía prendido a la bocina con la esperanza de que el chico saliera a recibirlo y les ahorrara tiempo, ese tesoro que no podía escatimar en ese instante. Lo único que logró fue que una vecina, una señora mayor con cara de pocos amigos, corriese la cortina y le lanzara una mirada de rencor que prometía convertirse en guerra si volvía a sonar la bocina.

—Vamos —masculló Gianmarco a Olivia—. Vayamos a hablar con Noah.

—Te espero acá —replicó Olivia agriamente.

El chico lanzó una mirada preocupada a su alrededor, a esas calles de tierra repletas de los charcos del desagüe, perros que buscaban sobras, casas silenciosas que escondían amenazas y algún que otro vecino asomándose a observar el auto con anhelo. Comenzaba a anochecer y no era el mejor horario para estar sola. Gianmarco vivía en un barrio muy similar en Neuquén y por eso no se sentía amenazado, pero no le parecía lugar para Olivia.

—Mejor entrá conmigo —le pidió.

—Alguien tiene que cuidar el auto —replicó ella, y desvió la mirada dando por finalizada la conversación.

Gianmarco suspiró consciente de que ella no buscaría hacérselo más fácil de ninguna forma.

—Si algo te pasa, prendete a la bocina —le pidió como último recurso.

Olivia no respondió, pero él estaba seguro de que lo escuchó y que le haría caso. Corrió hacia las rejas de entrada al complejo y se prendió a un viejo portero eléctrico que bien podría no funcionar. Oyó perros ladrando al fondo y rogó que Noah no se hubiese marchado en un arrebato de furia. Le llegó el sonido de una puerta abriéndose con un chirrido de las bisagras mal aceitadas y, entonces, el rostro de Noah se asomó por el predio polvoriento y sembrado con partes viejas de autos.

Hija de la Muerte -Ganadora de los Wattys 2018-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora