CAPÍTULO 6 - UNA NUEVA PISTA

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Espíndola se levantó de madrugada

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Espíndola se levantó de madrugada. Tenía la costumbre de hacerlo con los primeros albores de la mañana, de tal modo que para las seis y media ya se encontraba bañado, perfumado y listo para un día más de trabajo e investigación. Bajó las escaleras de la pequeña residencia, anhelando algo caliente que llevarse a la garganta, que esa mañana había amanecido algo inflamada.

Mientras esperaba a que el agua se calentara en la tetera, se aproximó a la sala en la que reposaban tres peceras en fila, pegadas a la pared frente a los sofás. Se acercó a la primera y, dando un pequeño golpecito en el cristal, observó detenidamente a sus pequeños compañeros. En el interior, una gran mancha amarillenta se retorcía con ritmo y suavidad; se trataba de una numerosa familia de larvas, de la especie Curtonevra stabulans, mosca muy similar a la Musca domestica, salvo por los nervios del ala, los cuales, en la primera, se bifurcan cerca de la extremidad posterior de ésta, formando un ángulo abierto. Esta especie, así como la Calliphora vomitoria, formaban parte de sus dípteros preferidos. Animales excepcionales que le habían ayudado en incontables ocasiones frente a casos complicados, puesto que eran de los primeros que se observaban en los cuerpos, siendo unas de las especies más importantes dentro de la fauna cadavérica.

Las larvas se metían en un pedazo de carne sobre una cama de arena que el propio detective les había adecuado. A su alrededor había un par de gajos de mandarina y cáscara de plátano, los cuales, a su vez, eran consumidos por una profusa masa de hormigas que iban de un lado a otro.

En otra de las peceras se encontraban en quietud un par de cucarachas africanas, las más grandes de su especie, y al fondo, en la última pecera, se podían observar algunas babosas y gusanos varios.

El detective amaba a sus criaturas, tratándolas como se trataría a un hijo. Y aunque más de uno había considerado aquella afición como una asquerosa enfermedad, para el detective era de lo más normal contar con la presencia de sus pequeñines.

Cuando la tetera comenzó a silbar desenfrenada, Espíndola se apresuró a callarla. Le gustaba el silencio en su hogar, razón por la cual no tenía un televisor ni una radio. De vez en cuando gustaba de escuchar los últimos éxitos del momento, pero únicamente en su oficina, y en la más absoluta soledad. Era un hombre tranquilo, apacible y amante del retiro. Las conversaciones, a no ser que se tratara de un testigo o un posible sospechoso, no le parecían importantes en absoluto. Después de lo que le sucedió en Londres, simplemente no volvió a ser el mismo, no podría. Se había convertido en una especie de lobo solitario, entristecido por la vida y sin más exaltaciones.

Después de tomar una taza de té caliente junto a un emparedado, el detective se preparó para presentarse en la morgue central de la ciudad. Había estado haciendo tiempo para que abrieran el lugar y él pudiera, finalmente, obtener toda la información encontrada en el cadáver de Guadalupe Alcázar. El informe tardaba demasiado en llegarle, así que había decidido presentarse personalmente para que el forense en turno le revelara toda la información necesaria para el avance del caso que tenía en manos.

Calliphora [Serie Fauna Cadavérica 1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora