CAPÍTULO 18 - UN MONSTRUO MÁS

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Felipe se acercó una vez más a la ventana por la que se filtraba la luz de la luna y de las estrellas. Aquella noche era especialmente fría, pero él no parecía sentir nada. Mareado por la docena de cigarrillos que se había fumado desde que los guardias apagaran la luz, se recargó en la pared mohosa y bajó la cabeza con desesperación. El llanto volvió atacarlo una vez más. Era esa sensación de vacío del que jamás iba a poder desprenderse. Ni siquiera le importaba el encierro. Si por él fuera, estaría encarcelado de por vida. Lo mismo podrían asesinarlo o dejarlo en libertad, ya nada le importaba.

Ahora que no podía visitar el cuerpo de Guadalupe, ahora que no podía hacer nada por protegerla y mantenerla a su lado, se sentía como si una parte de él hubiera sido arrancada. Con ella, su corazón también había perecido.

Recordó una vez más aquellas noches entregados a amarse. Sus labios circulando por la suave piel perfumada de su hermana, al tiempo que escuchaba los suspiros provenientes de sus labios de cereza. El cuerpo perlado por el sudor y el abrazo tan fuerte tras los embates del éxtasis.

«Te amo, Felipe. Mi amor, mi vida. Te amo»

Felipe se dejó caer al suelo con la frente apostada contra el muro frío. Sus lágrimas comenzaron a descender estrepitosas hasta crear un pequeño charco de agua salada sobre el suelo.

El chico apretó los puños y cerró los ojos.

—¿Por qué, Lupita? ¿Por qué? ¿Acaso existe un monstruo más perverso que yo?


11 de mayo de 1952

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11 de mayo de 1952

Dos meses tras la muerte de Guadalupe Alcázar

Se decía que no era más que un esquizofrénico. Los médicos del hospital Floresta se lo habían revelado a su madre durante su encierro en sus instalaciones, y tal vez estaban en lo cierto. Pero para Higinio, aquel diagnóstico no revelaba absolutamente nada de él. Sentía que su naturaleza era mucho más compleja que eso, mucho más substanciosa.

Un tiempo atrás, su hermano había sido diagnosticado con el mismo padecimiento, pero ahora él se encontraba internado en un lujoso manicomio de Barcelona y a pesar de que le repitieron hasta el cansancio que no sería así, el joven creía que pronto sería su turno. Presentía que la libertad, tan amada, le sería arrebatada dentro de poco, y aquello lo estaba poniendo cada vez más y más nervioso. Una voz le advertía desde las sombras que debía andar con mucho cuidado o de lo contrario su familia terminaría haciéndole lo mismo que a su hermano.

Con todo, el joven de veinticuatro años vivía una vida de lujos y excesos. Sabía que era el preferido de su madre y no dudaba un solo instante en sacar ventaja de ello. Por lo que no era inusual verlo siempre malgastando sendas cantidades de efectivo en alcohol, diversiones y excesos.

Aquella noche tenía pensado volver al Waikiki, el cabaret de moda entre la juventud adinerada de la época. Planeaba elegir a un par de prostitutas y llevarlas con él a deambular un rato montados en su flamante Mercury último modelo. De tal manera que, entusiasmado por sus planes nocturnos, decidió hacer un pequeño paseo en auto, tal y como acostumbraba cuando se encontraba de buen humor, todo sin considerar que el clima quizás podría jugarle en contra.

Calliphora [Serie Fauna Cadavérica 1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora