CAPÍTULO 17 - FALSEDADES

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—El fiscal Martínez nos presenta como pruebas los dibujos del cadáver de Guadalupe Alcázar al momento de su hallazgo —aseveró el abogado Granados. Felipe miraba al hombre, pero en realidad no parecía muy concentrado en lo que decía. El bloc en el que había detallado el rostro de su hermana y que el hombre sostenía en las manos, poseía toda su atención.

Recordaba a la perfección la postura en la que Guadalupe se encontraba. A la luz de la luna, los rasgos de la chica parecían transfigurarse, irradiaban energía, una luz opalina muy pura que seguramente revelaba la esencia del cadáver. Los perros entonaban tristes aullidos y a un par de metros se podían escuchar los rugidos de los autos que pasaban de modo vertiginoso en la carretera. El viento era helado y henchía las ropas, pero Felipe no parecía sentirlo. Por un instante, se transportó a aquellas noches de oscuridad.

—Quisiera que prestara mucha atención a esta fotografía, señor juez —continuó hablando el abogado.

El juez Mendoza se colocó las gafas de botella y observó la imagen para, acto seguido, devolverla al abogado, quien a su vez se la entregó al fiscal Martínez.

El abogado acusador abrió los ojos, atónito.

—Así es, su señoría. El periódico La Nota Roja reveló un par de fotografías del cadáver. Si me hacen el favor de hacer pasar a mi testigo.

El guardia abrió una puerta contigua por la que entró un hombre moreno, de baja estatura y cabeza calva. Iba ataviado con una camisa de manga corta a cuadros y unos pantalones chocolate de pinzas sostenidos por tirantes que le cruzaban los hombros. El hombre además llevaba una pequeña bolsa prendada a su cuerpo.

Se sentó en la pequeña silla y esperó a que el abogado comenzara con las preguntas.

—Díganos su nombre y ocupación, por favor.

—Claro. Soy Manuel Serrano Rodríguez. Soy fotógrafo y periodista.

—Como pueden ver, es el nombre que aparece al pie de la imagen de Guadalupe en La Nota Roja.

Martínez soltó una mirada fiera al fotógrafo, como si él hubiese sido el causante del propio asesinato.

—Cuéntenos, señor Serrano. ¿Cómo fue que consiguió estas fotografías?

—Bueno, yo mismo las tomé durante el levantamiento del cuerpo.

—Las imágenes muestran el cuerpo de Guadalupe exactamente en la misma posición en la que fue encontrada y, por obvias razones, la imagen es exactamente igual al boceto de mi cliente, Felipe Alcázar. Si me permiten —cogió el bloc de dibujo y la fotografía del periódico, elevándola, primero de cara al juez y después a la prensa que, ávida, comenzó a echar chispazos de luz sobre el abogado, quien esperó un tiempo oportuno para que todos los medios tuvieran una buena imagen del hecho. Felipe volvió la cara hacia atrás en busca del rostro de su madre. Quería saber que se encontraba bien ante la imagen del cuerpo de Guadalupe, pero la mujer no se encontraba en la sala. Se preguntó si su ausencia se debía a un problema de salud y la preocupación lo asaltó de pronto. No podía perder también a doña Margarita.

Una vez que el abogado cumplió su cometido, volvió a su lugar junto al muchacho. Espíndola, entre la audiencia, no podía creer lo que veían sus ojos. Se sentía como un idiota al no haber reparado en ello, pero ¿cómo saberlo? En Londres se tenía prohibido tomar fotografías a los cadáveres, especialmente cuando se trataba de víctimas de asesinato.

—Abogado Martínez. ¿Tiene alguna pregunta para el testigo?

—Gracias, señor juez —El abogado se puso de pie al tiempo que volvía a abotonarse el saco azul marino y, con tranquilidad, se acercó al testigo.

Calliphora [Serie Fauna Cadavérica 1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora