19: Estas son nuestras reglas

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Sinaí,
Jueves al mediodía

—¡¿Qué?! —exclamaron María y Jesús Soto a la vez, Axer ni siquiera se giró para ver de quién se trataba, simplemente se recostó de su silla, frustrado porque su tortura no había terminado ahí.

No sé en qué estaba pensando al ofrecerme así. Me encontraba cubierta a totalidad por un suéter gigante, unas ojeras del demonio me hacían parecer todavía más anormal de lo que era, mis cejas imitaban a los arbustos de un bosque y mi cabello a una esponja. Lo mejor que pude hacer fue recogerlo para que su desastre no brillara en todo su esplendor.

Y para rematar, no solo tenía los labios resecos, sino que entonces fui muy consciente de que no me había lavado los dientes donde María para reducir las posibilidades de que sus padres me descubrieran. Esperaba que el jugo de parchita que me había tomado disimulara mi aliento matutino, pero sobre todas las cosas rogaba por no tener ningún pedazo de mi desayuno incrustado entre mis frenillos.

Cuando estuve frente a Axer, dispuesta a tomar el asiento de su contrincante, entonces su sorpresa se hizo real. Una sonrisa ladina apareció en su rostro haciendo a uno de sus hoyuelos cobrar vida en sus mejillas, sus ojos felinos se iluminaron, resucitando de su condena de aburrimiento al analizar mi presencia. Yo podía resultar ser un desastre jugando, pero mi osadía ya lo había impresionado.

—Frey —saludé con profesionalismo competitivo extendiendo mi mano hacia él.

—Schrödinger —saludó inclinando su cabeza, dejando mi mano extendida en el aire, tal vez por la misma manía que lo impulsó a limpiar las piezas y a jugar con guantes de látex.

Rodé los ojos al sentarme esperando que aquello disimulara los dinosaurios que corrían en mi estómago porque él no solo me había reconocido, sino que se refirió a mí con un apodo repentino, nacido de una anécdota compartida la noche anterior. Era un chiste interno entre los dos.

Teníamos. Un. Puto. Chiste. Interno.

Tenía. Un. Nombre. Especial. Para. Mí.

Él jugaba con las blancas así que abrió el juego, movió una la casilla F-3 al peón frente al alfil derecho, dejando una cabida en diagonal al rey. Podía hacer un mate en un par de movimientos, pero si jugaba aquella táctica él la descubriría en el acto y tendría una oportunidad para defenderse. Supuse que de eso se trataba, estaba probando mi conocimiento del juego, mi capacidad para ganarlo. Si iba por ese camino él sabría que no era una inútil en el ajedrez y pondría más atención a mis movimientos y más detalle en sus jugadas, lo cual era justo lo que yo quería evitar.

Fingí que ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, incluso toqué una pieza, vacilé y moví otra totalmente distinta.

—Pieza tocada, pieza jugada —expresó irritado. Comprendí que tenía una especie de afinidad al control y el cumplimiento de los lineamientos establecidos, y reaccionaba a la falta del mismo con una especie de dolor físico y emocional. Me tenía fascinada.

—¿Y?

—¿Y? Son las reglas, si vas a jugar ajedrez sin respetar las leyes que lo fundamentan para eso juguemos monopolio.

«¿Y si mejor jugamos a la botellita», pensé. Me sorprendía lo perra que era dentro de mi cabeza cada vez que estaba cerca de él.

—Perfecto, no te alteres, pero lo que toqué fue un caballo y se supone que debo mover los pequeños de adelante para despejar el camino, ¿no?

Axer se cubrió el rostro con una mano, y con su índice y pulgar comenzó a masajear su entrecejo. Tuve que morderme los labios para no soltar la risa ahí mismo.

Nerd: obsesión enfermiza [Libro 1 y 2, COMPLETOS] [Ya en físico]Where stories live. Discover now