2: Necesito conocerlo

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He considerado a lo largo de mi vida la posibilidad de tener un trastorno bipolar; pero después de mucho leer del tema y descubrir que, de ser así, yo sería incapaz de descubrirlo por mi cuenta, concluí que la bipolar no era yo, era mi suerte

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He considerado a lo largo de mi vida la posibilidad de tener un trastorno bipolar; pero después de mucho leer del tema y descubrir que, de ser así, yo sería incapaz de descubrirlo por mi cuenta, concluí que la bipolar no era yo, era mi suerte.

Por cada cosa que me pasaba que podía tomarse como una razón para sonreír, venían diez puñetazos que me dejaban postrada llorando sobre mis rodillas.

—Malditas brujas —vociferó María al ver la hoja con el horario de clases que tenía entre sus manos—. Nos volvieron a separar.

—Dímelo a mí —secundó Soto—, me tocó con puros muñequitos.

Cuando se publicaron las asignaciones de las secciones de 5to año me sentí más perdida que nunca. El chico nuevo, Axer, quedó en la A, por supuesto, era donde estaban los de mejores notas, conducta intachable y padres destacables. El resto de las secciones sí eran bastante al azar, se decidían más que todo para mantener separados a los grupos más problemáticos, por la misma razón Soto quedó en la F y María en la B.

Cuando llamaron mi nombre entre los de 5to año C, lejos de estar junto a las únicas dos personas a las que les había hablado, experimenté una sensación ya recurrente para mí, como si me arrojaran encadenada a un tanque de agua helada. La presión en mi pecho crecía mediante comenzaba a hacerme falta el oxígeno.

Cuando estuve frente al salón de clases crucé la puerta casi sin ver con la intención de ir a sentarme lo más apartada posible y pasar desapercibida para sobrevivir toda la clase.

El problema es que al detenerme quedé expuesta en medio del pizarrón frente a todas las miradas penetrantes de mis compañeros.

De haber conseguido un área vacía al fondo o a un lado, habría corrido directo hacia allá para refugiarme bajo la capucha de mi suéter, pero todo lo que alcancé a ver fueron algunos puestos vacíos junto a personas que se veían demasiado hermosas, arregladas y seguras para poder coexistir conmigo.

Me imaginé desnuda ante los ojos de todos, y fui más consciente que nunca de lo fea que me veía. Tal vez nadie abrió la boca para insultarme en voz alta, pero la chica morena de la primera fila se inclinó hacia el asiento de su amiga y le susurró al oído algo que hizo a esta morderse los labios para no reír.

Un chico en una esquina me veía fijo con una ceja alzada, como si quisiera transmitirme lo obvio. «¿Estás enferma o solo eres pendeja? ¿Qué haces ahí parada?»

Una de las chicas junto a un asiento vacío disimuló un poco hasta dejar caer casi con inocencia su bolso para ocupar el lugar contiguo.

Ya me ardían los ojos, el calor de mi cara era extremo y se extendía hasta mis orejas. «¡Mierda, no!» Me mordí los labios con fuerza. No podía llorar de nuevo, no en ese colegio.

Busqué con desespero otro de los lugares libres y me fijé en la gordita de rizos junto a él. Me miraba. Tal vez yo no era tan buena interpretando a las personas como para descifrar su mirada, pero con que estuviera viéndome y no distraída en otra cosa ya contribuía al ataque de mi pecho, al calor en mis ojos, a la inestabilidad de mis piernas.

Nerd: obsesión enfermiza [Libro 1 y 2, COMPLETOS] [Ya en físico]Where stories live. Discover now