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Me incorporé en la cama y Gavrel ya estaba cerca de la puerta de mi habitación antes de que yo pudiera ubicar lo que ocurría. Busqué mi camisón a toda prisa y salí al pasillo, donde Eli se asomaba con rostro aterrado.

—Quédate en tu cuarto —le pedí mientras Gavrel salía tras de mí, con la camisa desprendida.

Eli lo miró con una ceja alzada, pero no comentó nada porque los golpes se repitieron.

Bajé la escalera a toda velocidad, Gavrel me mantenía tras él que bajaba los esaclones de dos en dos.

—Deberías quedarte arriba —dijo.

Pero todo mi cuerpo sabía quien estaba tras la puerta y quería ver a Gavrel tanto tiempo como me fuera posible antes de que todo se fuera a la mierda.

Él abrió la puerta y se encontró de frente con Alexei, que tenía el puño alzado, dispuesto a seguir golpeando la puerta.

—Hermanito, ¡qué agradable sorpresa! —dijo, hizo a Gavrel a un lado y entró mirándome con una sonrisa macabra.

Sabía lo que venía a continuación. Lo sabía con certeza y me hice la promesa de que dijera lo que dijera, yo no le respondería. No podía permitir que quisiera cumplir su promesa de hacerle daño a Eli.

—Alexei, ¿qué mierda haces aquí? ¿Cómo golpeas la puerta de esa forma? —dijo Gavrel mientras abotonaba su camisa.

—Oh, Gav, es que pasó algo en el club hoy. Una cosa particularísima. Unos traficantes aseguraban que una francesa rubia era parte del trato; que la querían para ellos una noche entera. Y tú sabes que yo conozco a todas las chicas. Cuando Javier me dijo que era una estúpida amiga de él me decidí por buscarla, aunque le creí poco a ese maricón —dijo Alexei mientras daba vueltas en la sala meneando una bolsa de tela que no me había percatado que traía.

—No sé que tiene que ver...

—Espera, hermano. Salí fuera porque las chicas me dijeron que la vieron correr tras de ti. En el callejón encuentro esto —dijo rebuscando en la bolsa. Sacó algo amarillo, una peluca rubia despeinada y enganchada a un antifaz—. Al principio me dije que era imposible que fueras tú, Dannika —agregó.

—Alexei, ella no...

—¡Cállate, idiota! —lo cortó su hermano.

Alcé la mirada y me crucé de brazos, más con la intención de abrazarme a mi misma que de verme amenazante.

—Alexei, no grites —fue lo único que dije, no quería que Eli se asomara por la escalera.

—Está bien, hablaré bajo si es lo que quieres. Pero no me callaré y lo sabes, lo veo en tu expresión, blyad —dijo. (Puta)

Gavrel, que estaba entre su hermano y yo, se acercó a él y le propinó un puñetazo en todo el rostro.

Le hubiera seguido pegando ante las risas de su hermano, pero me adelanté y lo sujeté. Notaba sus músculos en tensión.

—No hables así de ella, kazyol. (Cabrón)

—Defiendes a la zorra porque no sabes la verdad. Pero seguiré con mi relato —dijo tocando su mejilla derecha—. Me acerqué aquí con la intención de ver que pasaba y donde estabas tú. Como me habías dicho que todo estaba terminado lo creí así, pero algo me decía que ella era quien había estado en nuestro bar. Al ver tu coche aquí confirmé mis sospechas.

—¿Cuál es el problema de que haya vuelto con Danni? ¿Estás celoso, imbécil? —cuestionó con furia Gavrel. Nunca había visto tanto enojo en su mirada, a la vez que confusión.

Deuda de sangreWhere stories live. Discover now