39

443 96 10
                                    

Ver a Lukyan recostado contra su auto frente a la escuela me descolocó un poco, era lo que faltaba a esta extraña mañana. Sabrina se escondió detrás de mí al verlo; éramos las últimas en salir, la charla sobre mi conversación con Gavrel y la parte sexual de mi noche se había alargado más de la cuenta luego de que el timbre final sonó, al menos pudimos disfrutar de mayor intimidad. No le había dado muchos detalles, por supuesto, pero ella me felicitó de todas formas.

—Al menos no morirás virgen —había dicho.

—Pero... no pasó nada —repliqué frunciendo el ceño.

—Que tuvieras un orgasmo en sus manos no se cataloga como nada en este mundo, niña. Solo no te penetró... y no tuvieron sexo oral tampoco, seguro que cuando pruebes eso pasará una semana antes de que salgas de su cuarto y me cuentes, tiene cara de saber hacerlo bien —dijo riendo.

—¡Eso se nota en la cara? Necesitaré otra charla con tu madre. —Fue lo último que le dije antes de ver a Lukyan en su auto.

Cuando nos vio se acercó.

—¿Por qué no contestas mis mensajes ni llamadas? Preferí venir aquí antes que a tu casa —dijo antes de frenar ante nosotras. Miraba a Sabrina con rostro un poco triste y enojado.

—Hola, Lukyan. No recibiste respuesta porque no quiero hablar contigo, no te presentes en mi instituto y menos en mi casa, por favor —le contestó ella. Noté el temblor en su voz. Sabía que tenía miedo de lo que podía pasar.

—Sabrina, las cosas con ella y mi familia no tienen nada que ver con nosotros —dijo.

Alcé las cejas y decidí hablar:

—Dile eso a tu hermano Alexei, él pidió que ella se alejara.

Él me miró con rostro neutro un segundo y luego volvió a Sabrina, como si no hubiera hablado.

—Tú y yo tenemos que hablar en privado. Nada malo te ocurrirá en mi presencia —dijo.

—No estoy tan segura. Las esposas de los narcos suelen morir, ser amenazadas y esas cosas. Y ustedes son peor que ellos —contestó ella sin mucha convicción.

—Confía en mí —dijo y le tendió la mano.

Mi amiga miró la mano extendida, me miró a mí y dudó. Lo cierto es que no sabía en que punto quedaba esa relación, pero no quería que se arriesgara. ¿Pero quién era yo para hablar?

—No, Lukyan. ¿Vamos, Danni? —dijo y no lo miró al pasar a su lado.

Él se quedó allí mientras nos alejábamos. La mantuve abrazada hasta llegar a la parada de autobús, donde la tía Linnet dijo que pasaría por mí. Ella se quedó en silencio todo el trayecto.

.....

Pasamos por mi casa para acomodar nuestras cosas y recoger lo necesario para estar con la tía unos días, me prometí que pronto volvería.

Mi tía intentó esquivar mis preguntas toda la tarde, se mantenía cerca de Eli, o fingía hacer cosas para el trabajo a distancia (había pedido unos días en casa para estar con nosotras).

Eliseo me envió un mensaje diciéndome que no podía zafar de su padre para hablar conmigo, que el sir estaba estresado porque su madre se había ido de la ciudad a un spa y que estar lejos de ella lo ponía nervioso.

Así que el resto del viernes lo pasé estudiando, hablando con calma con mi hermana, haciéndome mascarillas en el pelo y la cara... lo cierto es que había una extraña calma en mí, como si mi cuerpo hubiera decidio que el estrés que mi cerebro le transmitía se podía curar con una mascarilla de tela coreana.

Deuda de sangreWhere stories live. Discover now