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El sonido de un constante pitido me sacó de mi sueño y cuando intenté recordarlo no me fue posible. Oí algunas palabras sueltas y mi nombre dicho con desesperación. Pero pronto la oscuridad de la inconsciencia volvió a apoderarse de mí.

...

La segunda vez que me mente volvió en sí oí a una mujer diciéndole números a alguien.

—La policía... —dijo.

—...Parece que hubo un muerto... se los llevaron a declarar... en defensa de la chica —decía otra voz femenina.

Mi cabeza oía pero no era capaz de procesar lo que decían. Tenía frío, pero no pude decirles porque volví a caer en las redes del sueño.

...

La tercera vez me despertó la voz de una mujer, seguida por el roce delicado de una mano en mi mejilla.

—Despierte, señorita Murath, está usted bien. La operación fue un éxito, abra esos ojos que me han dicho que son preciosos —dijo con dulzura.

Estaba desorientada. ¿Quién me hablaba? ¿Por qué debía despertar? Me sentía muy cómoda y con mucho sueño.

—Vamos, hay gente que quiere saber que ha despertado —insistió la voz.

Moví mis párpados intentando abrir mis ojos. Fue más difícil de lo que creí ya que parecía como si estuvieran pegados. Pero finalmente la luz empezó a llegar a mi retina.

—Eso, muy bien —dijo la voz con alegría.

Con lentitud fui abriendo mis párpados por completo, esperando a que el ojo se acostumbrara a la repentina luz blanca que llenaba el lugar.

Un rostro pecoso de enormes ojos café invadió mi visión, moviendo un dedo de un lado a otro, luego una linterna.

—Parece que el reflejo pupilar está bien. Está con nosotros, señorita. ¿Cómo se siente? ¿Cree poder hablar? —preguntó.

A medida que mi mente iba registrando el estado de vigilia mi cerebro comenzó a procesar los detalles de mi entorno. El olor fue lo primero que me invadió: desinfectante, alcohol y perfume de vainilla.

Luego la blancura del lugar: las paredes, el techo, las sábanas y la ropa de la chica que estaba junto a mí. ¿Una enfermera? ¿Estaba en un hospital?

—¿Dónde...? —empecé pero la boca la sentía muy pastosa. La chica comprendió y acercó un pequeño hielo a mis labios, que chupé gustosa.

—¿Qué... pasó? —dije con dificultad. Arrastraba las palabras como si dejarlas salir me costara una eternidad.

Moví el brazo izquierdo para incorporarme un poco en la cama y noté la vía en el dorso de mi mano. La seguí hasta un suero que goteaba constantemente. También tenía una especie de pinza en el dedo que se adhería a una máquina que emitía pitidos. El brazo derecho lo sentía extraño, así que miré el vendaje que lo cubría en la zona del hombro.

—Recibió un disparo en su hombro derecho, rompió su clavícula y la vena cefálica entre otros vasos circundantes, lo que provocó la pérdida de sangre y un shock hipovolémico. Pudimos arreglar todo con rapidez, por fortuna. Está en el hospital Norte.

—Sí... ¿me dispararon? —dije intentando recordar algo desde antes de despertar.

Recordaba estar en la playa con Eliseo, conversando. Él había sido comprensivo conmigo... y entonces el dolor y Eliseo disparando. ¿Y Gavrel?

Deuda de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora