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Desperté con un fuerte sacudón en el hombro. Abrí los ojos aterrada y vi la sonrisa maliciosa de Sabrina encima de mí.

—¿Eres la bella durmiente? —preguntó alzando su perfecta ceja.

—No, soy una señorita bella —dije aferrándome a mi broma interna un poco adormilada. La luz entraba en mi habitación a raudales por la ventana, al parecer había salido el sol otra vez.

—Seguro que sí, eres una modelo de Victoria´s Secret —dijo y nos reímos.

—¿Elaia? —pregunté.

—Está abajo haciendo su tarea —me contó antes de sentarse con violencia en mi cama, tambaleando todo mi cuerpo con intención de despabilarme rápido. Me estiré y me incorporé.

—Gracias por pasar a recogerla —le dije.

—Gracias nada, te lo cobraré con información.

Gruñí y me tapé la cara con la almohada ante la desafortunada elección de palabras de mi amiga.

—No cuando Eli está aquí, ella lo escucha todo.

—Cuando termine su tarea hay que lograr que se ponga a ver una serie en Netflix con auriculares para que podamos charlar, ahora levanta el culo que Química casi que nos pidió que creáramos la piedra Filosofal de tarea.

...

Elaia veía una serie con audífonos en el living mientras nosotras hacíamos la tarea escuchando música (motivo por el que ella había decidido usar audífonos).

Sabrina me miraba con intensidad cada cierto tiempo mientras resolvía los ejercicios de química.

—No aguanto más, tuve que cargar con dos mochilas, convencer a tu hermana de que estabas triste e insegura por haberte enamorado de Eliseo habiendo pasado poco tiempo desde lo de tu papá, tuve que pasar por su escrutinio anti mentiras, por cierto, no sé como haces para mentirle, es como un maldito polígrafo...

—Ni lo menciones, sospecho que en realidad sabe siempre más de lo que creo —le expliqué.

—Es demasiado observadora, Danni, creo que desconfía de todos y eso la hace así.

—Creo que es por lo de nuestra madre, le hizo más daño que a mí porque cuando se fue era más dependiente de ella —confesé arrugando el entrecejo. Mientras lo decía noté la verdad que había en mis palabras.

—Y creo que tú sabes contener muy bien tus emociones y tejer mentiras, Dannika.

—Sabes que odio usar el don que me dio el inframundo para mentirte y que no lo haría a no ser que lo creyera necesario —le comuniqué en tono bromista, intentando mantener ligera la charla.

—Pero ya no lo harás más: dímelo todo —exigió con firmeza.

—No sé por donde empezar —admití en voz baja y procedí a cerrar el cuaderno, quería estar cien por ciento atenta a lo que iba a decir.

—Deja que te guíe. ¿Dónde te fuiste hoy tan misteriosa en media jornada de clases? —preguntó también en voz baja.

—Fui a la mejor tienda de papitas fritas de la ciudad —le respondí y sonreí al recordar lo entreverado de ese viaje y el comportamiento de Gavrel.

—Sonríes como una tonta, basta, es espeluznante. ¿A qué fuiste allí?

—Pues, Gavrel me pidió que saliera de clases porque tenía algo que decirme.

—¿Entendí bien? ¿Gavrel de Gavrel nuestro profe de filosofía? Tiene que ser él, no creo que conozcas muchas personas con ese nombre. Explícame entonces, ¿¡qué hace el profe sacándote de clases!? Danni, no me digas que después de las papitas... ay Dios, es como una historia de wattpad, déjame a Eliseo y quédate con el profe.

Deuda de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora