Extra 7: Gavrel

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Mirabael coche de Alexei frente a la casa de Dannika como si fuera larespuesta a todas mis preguntas, tal vez lo fuera y yo aún no loveía. O no lo quería ver.

Verlaen el cumpleaños de Sibila me había sacado de mis casillas, había hecho tambalear mi tan cuidado y precario equilibrio.

Sosteníael volante con fuerza, el alcohol impregnaba mi sistema por lo que mehabía obligado a conducir despacio de la forma más prudente posiblepara llegar allí: no me importaba morir, pero no quería que nadiesaliera lastimado por mi imprudencia. Tampoco podía permitirme quedarme en casa, ni pedirle a un chofer que me llevara: me rehusaba a dejar que me vieran así de vulnerable.

Elrecuerdo del brazo de Alexei en su cintura, del apodo que yo usaba conella salir de sus labios, de como ella había coqueteado con él...me estaba destruyendo lentamente, como un ácido que partiera desde mi corazón y bombeara por mis arterias a cada latido. Luego de sus palabras en mi casa aquella última noche había entendido que no iba a lograr llegar a ella. La caparazón dementiras la había consumido y creía que ni ella sabía que era una verdad o una mentira.

¿Deverdad no le interesaba mi hermano? Porque él estaba claramente ensu casa por la noche.

Noquería pensar de la forma en la que lo hacía, pero el pensamientode que yo me encontraba ahora en el lugar que había estado Eliseohacía unos días me carcomía el cerebro.

Dannikatenía un corazón capaz de alojar más de un amor... nada measeguraba que Alexei no la hubiera conquistado con mentiras.

Nadame aseguraba de que ella no fuera de verdad suya.

Imágenesde ella en la cama con él haciendo lo que yo quería hacerle meestaban volviendo loco.

Eldeseo de entrar y lastimar a Alexei estaba tirando de mis nerviosadoloridos.

Perono estaba preparado para enfrentarme a Dannika poniéndose de suparte en esto. Ya había probado un poco en la fiesta y no me había gustado.

Vilas llamadas perdidas de mi hermana en el teléfono y me dije quedebía volver. Por ella aunque fuera.

Condujedespacio otra vez, diciéndome que aunque mi cerebro pidiera laanestesia de las drogas no podía ceder.

No.Podía. Ceder.

Lafiesta en casa estaba terminando, los pasillos estaba llenos de losempleados poniendo orden, las manos me temblaban y busqué a mihermana como un desesperado.

Ellaestaba riendo con sus amigas, se la veía relajada y feliz.

Nome atrevía a impregnarla de la oscuridad que estaba rodeando mi almay corazón en ese momento.

Toméuna botella de vino de la cocina y fui al patio, intentando no pensaren Dannika ni en mi hermano.

Meera imposible, claro estaba. El recuerdo de Dannika me asaltaba acada segundo del día. Su sonrisa, su mirada como el océano en elque quería sumergirme y perderme en la eternidad, como las ondas en su cabello se curvaban en la nuca como pequeños remolinos...

Elaire fresco de la noche no estaba ayudando al ligero mareo quesentía, pero no me importaba. Mesenté en el césped, enojado conmigo mismo.

Hubieradeseado jamás haberla descubierto con ese sobre. Deseaba haber sidocapaz de mantenerla lejos de mí, deseaba jamás haber probado elsabor de sus labios ni de su piel. Deseaba jamás haberla oídojadear de placer por mí.

Elrecuerdo de sus mejillas sonrosadas, de su deliciosa boca abiertarespirando entre oleadas de placer, de su cuerpo temblando...

Toméun par de buenos tragos de la botella antes de recostarme en lahierba y contemplar las estrellas.

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⏰ Última actualización: Jan 16 ⏰

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