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Dionisio y yo íbamos en el asiento trasero, la madre de Sabrina conducía con cuidado y siguiendo las indicaciones de su hija que oficiaba de copiloto.

—¿Así que el profe Romanov al final te tenía ganas? Menos mal que no aposté en contra de Sabrina —dijo Dionisio con mirada pensativa.

—Que conste que cuando quise hacerlo no sabía nada de esto —se justificó la chica cuando la miré mal.

—Pero, ¿y Eliseo? —preguntó mi amigo. Sus ojos me miraban con suspicacia.

—Pues... son amigos, o algo así. Pero en realidad no pasó nada con el profesor, solo nos acercamos un poco de más. Ambos saben de la situación...

—Eso es una relación poliamorosa —acotó Claudia antes de frenar en casa de Dionisio.

—¿Cómo? —pregunté intrigada.

—Si ambos saben y están de acuerdo... Adiós, Dionisio —dijo la mujer.

—Adiós, chicas. Otra vez lo lamento, Danni —se despidió mi amigo.

—Tranquilo, Gavrel deberá dar algunas explicaciones. Tú solo no digas nada a nadie, ¿si? —pedí.

—Por supuesto que no, ahora que lo sé, sé lo que debo callar —dijo con rostro sereno, luego me dio un guiño y golpeó la visera de mi gorro con una risa.

Salió del auto y me recosté contra el asiento.

Gavrel aún no me había enviado un mensaje para hablar de la situación.

—Bueno, Dannika. ¿Qué está pasando? —preguntó Caludia luego de arrancar.

—Mamá... —la frenó Sabrina.

—Mamá nada. Necesito saber en que andan metidas, porque tú sabías, jovencita. ¿Es por eso que necesitas mi consejo, Danni? —preguntó con voz maternal. Quería abrazarla y que solucionara todos mis problemas, como hacían las madres, o al menos que me aconsejara sabiamente.

—Sí —admití.

—¿Por qué no dices nada de que él es un profesor? —le cuestionó Sabrina.

—Porque Dannika es mayor de edad y el profesor es joven.

—Y guapo. Admite que si fuera un tipo con tres ojos y lengua bífida no lo aprobarías —le insistió.

Claudia la miró seria pero no respondió.

Cuando volvimos a hablar del tema estábamos las tres en la salita de la casa de Sabrina. Había pasado de revisar el celular cada cierto tiempo a tenerlo en la mano directamente.

—Bueno, Danni, empieza por donde quieras. Sabrina, ¿te animas a buscar las galletitas que preparé? —empezó Claudia.

Sabrina se levantó y Claudia agregó cuando se fue en voz baja:

—Si quieres que hablemos solas puedo enviarla a hacer las compras.

Lo consideré unos segundos, no había nada que no hablara con Sabrina, pero el carácter íntimo de todo esto me resultaba chocante hablarlo con ella. En cambio Claudia era profesional y me miraba de es forma. Sabía que no haría las bromas que mi amiga sí.

Asentí agradecida y ella me guiñó el ojo.

—Sabri —dijo cuando Sabrina dejó las galletas en la mesa—, hoy voy a preparar un postre con merengue y chantilly para los Pérez y no tengo todo los ingredientes...

Deuda de sangreWhere stories live. Discover now