Extra 5: Gavrel

322 58 8
                                    

Este pequeño extra es del capítulo 40. Un poco de lo que sentía Gavrel ante Danni. No quise seguir la escena porque no quería ser repetitiva, narrando exacto lo mismo por dos diferentes, pero bueno...

.......

Dannika estaba en el baño en ese preciso momento. En mi casa.

La situación se sentía casi irreal. Preparé su trago a toda prisa, me temblaba un poco el pulso: estaba estúpidamente nervioso.

Dannika conseguía ese efecto en mí. Desde que la vi en el club todo se había tornado de cabeza. Me había arriesgado al ir a su casa, estaba desesperado por ella y mi valentía se debía al alcohol. Cada vez que había pensado que podía haber mal entendido sus gestos, mi corazón me decía que debía comprobarlo.

Pero ahora no tenía excusa: le había pedido una cita en contra de mi buen juicio.

¿Cómo pensaba que iba a salir todo? Era una locura, pero solo sabía que necesitaba más de ella. Mis instintos más egoístas me llevaron frente a su puerta.

Solo debía evitar que mi hermano se enterara: si sabía que salía con una traidora, jamás me lo perdonaría. Pero era imposible que lo supiera, lo tenía todo cubierto.

Estaba también el tema de Eliseo...

No pude seguir pensando porque ella se acercó por el pasillo con una sonrisa nerviosa en los labios.

—¿Un trago? —pregunté señalando el Martini frente a mí.

Ella se acercó presurosa y lo tomó bebiendo un buen buche.

—¿Cuando te dije que me gustaba el Martini? —dijo con mirada divertida.

—Lo oí por la clase —contesté y abrí los brazos para que se acomodara a mi lado.

Así era exactamente donde debía estar siempre, junto a mí, relajada y feliz.

Luego de charlar y darle el collar de mi madre me dispuse a disfrutar de los besos que me daba en el sofá.

Dannika besaba de una forma difícil de explicar. Era tierna, todo en ella era ternura, pero también tenía un aire de soberbia muy sexy que te hacía comprender por que el infierno no sonaba tan aterrador para los pecadores. Era un poco juguetona, con sonrisas, suspiros y caricias capaces de acabar con la cordura de cualquier persona. Tampoco es que me considerara el hombre más cuerdo del mundo, pero cuando se trataba de Dannika, perdía la cabeza por completo.

Cuando, sentada sobre mí, acarició mi piel bajo la camiseta sentí como el placer recorría mi cuerpo de arriba a abajo experimentando sensaciones que creía imposibles.

Tomé sus manos y la regañé:

—Quieta, Danni.

—¿Por qué? —preguntó con un tono que simulaba la inocencia. Pero el brillo pícaro en sus ojos me demostraba que sabía muy bien lo que estaba causando en mi.

—Porque tus caricias me vuelven loco y no me dejan pensar —dije con la voz un poco afectada.

La ayudé a sentarse en el sofá otra vez y me puse de pie.

La tomé de la mano y la llevé a mi habitación. Ese lugar de la casa era sagrado: sentía que ese espacio era la más fiel representación de mí. Le estaba mostrando una parte de mi intimidad.

Ella observó todo con atención. Solía hacer eso cuando entraba a un lugar nuevo. Daba un vistazo como si quisiera entender donde se encontraba.

Caminando lento y con curiosidad se acercó a mi cómoda, dio un vistazo y luego se miró en el espejo. Esperaba sinceramente que se viera tan hermosa como la veía yo. Me acerqué a ella.

Deuda de sangreWhere stories live. Discover now