Capítulo Cinco

5.7K 414 52
                                    


¿Lo has llamado ya?

Como estoy bastante aburrida en clase —la antropología y sociología del arte no es que me apasionen—, le contesto a Arnau con varios stickers solo para sacarle de quicio. Lleva mandándome el mismo mensaje desde que se fue el domingo, como si con solo eso me hiciera cambiar de idea y pudiera tomar una decisión de forma tan fácil.

Él ya había hecho suficiente con su me gusta a traición, uno que Oriol no había tardado en devolver. Así habíamos estado los últimos tres días, dándonos me gusta mutuamente, pero sin hacer nada más. Es como si estuviéramos jugando al gato y al ratón, persiguiéndonos, haciendo ver al otro que estamos ahí, pero sin dar un paso más allá. Y aunque sea divertido —porque he subido hasta stories haciendo el tonto a ver si había una reacción por su parte—, esta incertidumbre empieza a provocarme inquietudes que no me gustan.

Él está esperando a que sea yo la que dé el paso, a que sea la que le hable, y yo... Yo ya no sé lo que voy a hacer.

¿Quiero llamarlo? Sí. ¿Voy a hacerlo? Pues... no lo sé.

Es que sí, es guapo, muy guapo. De eso no tengo dudas, menos aún después de ver algunas fotografías suyas en Instagram sin camiseta en la playa —sus abdominales parecen estar esculpidos por los artistas renacentistas que tanto me gustan—, y otras en las que a mí me parece muy masculino y atractivo. Pero... Ni yo misma sé ya qué más pensar para autoconvencerme de que no quiero hacerlo.

Estoy teniendo una lucha entre mi parte racional y la emocional; y como siempre, va ganando la segunda.

Hablo en serio

Y deja de mandarme stickers

Que por cierto, te los estoy robando

¿Por qué no lo llamas?

Déjame, estoy en clase

¿Y por qué me estás contestando entonces?

Porque soy una amiga genial que no quiere dejarte en visto

Pero si adoras ignorarme.

Búscate otra excusa.

Bloqueo el móvil e intento estar atenta a lo que me queda de clase. No lo consigo, esta asignatura y yo no nos llevamos bien, por lo que pruebo una última cosa: darle un último me gusta a Oriol.

Si me lo devuelve, lo llamo. Si no... Bueno, no lo sé aún, pero supongo que dejar de comerme la cabeza con los posibles y si.

Hasta que llego a mi casa a media tarde —porque he aprovechado para comer en la universidad para avanzar un proyecto que tengo que entregar en dos semanas y me encanta—, no miro ni estoy pendiente del móvil; como siempre en realidad. Siempre me lo suelen decir mis amigos, y sobre todo mi familia, que no me sirve de nada tener uno si cuando hay una emergencia no contesto, pero me estresa tenerlo con sonido o vibración, es... agobiante.

Natura aún no está, por lo que me tumbo en el sofá y acaricio a Swift, que ha dejado de dormir solo para venir a saludar.

Para no aburrirme, cojo el teléfono para mirar alguna red social antes de decidir qué hacer, pero cuando entro en Instagram y reviso las notificaciones veo su me gusta. Y no es solo único, también hay un comentario. Miro lo más rápido que puedo en qué foto ha sido y suspiro al verlo. De todas las que tengo subidas —que no son pocas y de todo tipo—, ha tenido que comentarme en la de cuando era pequeña, una que subí por la nostalgia de saber que mi hermano tendría otro hijo y que el tiempo pasaba más rápido de lo que me gustaría.

Entre mil cariciasWhere stories live. Discover now