Capítulo Seis

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Ni en un millón de años me habría imaginado estar cenando en un restaurante como este. No porque sea excesivamente caro —que también—, sino más bien porque no es nada mi estilo. Las vistas son espectaculares, se ve toda Barcelona, y al ser de noche, iluminada, lo que la hace más preciosa. Además, todo está decorado de forma elegante y sofisticada. Si es que hasta las lámparas del techo parecen más caras que toda mi habitación.

Si no estuviera tan lejos de mi casa, y no fuese un sitio tan exclusivo, me encantaría hacer algún cuadro porque el paisaje lo merece. Quizá vuelva y me siente en uno de los bancos que he visto por el camino, o algún parque cercano, aprovechando algún día libre.

—Estás muy callada —apunta Oriol, observándome. En el viaje en coche no he dejado de hablar, pasando de un tema a otro sin mucho sentido, pero ahora estoy intentando ser racional y meditar bien lo que decir—. ¿No sabes lo que pedir?

Sí, claro que lo sé, pero es que estoy mirando bien los precios. Es todo carísimo. Solo llegar una recepcionista, o algo parecido, nos ha guiado hacia una de las mejores mesas, al lado de un ventanal enorme donde me he fijado de inmediato en lo bonito que se ve todo. Lo que me ha resultado curioso, porque no ha hecho falta que Oriol diga su nombre, o que teníamos una reserva. Además, nos han servido agua y un vino que supongo que él ha elegido sin que yo me diera cuenta, o quizá cuando reservó mesa; uno que está muy bueno, todo sea dicho ya que lo he probado solo sentarme al estar sedienta.

—¿Tú no estás incluido en la cena?

Dejo de mirar la carta para centrarme en él. Está sonriendo de forma sibilina, como si estuviera esperando algo así. ¿Tan previsible soy? Porque si es el caso, tendré que poner remedio.

—Depende de si tú vas a ser mi postre.

—No soy nada dulce.

—¿Segura? Porque te he probado y eres más que dulce —remarca sin perder la sonrisa—. Una delicia que quiero repetir. —Disimulo lo mejor que puedo que mis mejillas se me han sonrojado un poco. Siempre que pienso en ese momento, en la forma que consiguió llevarme al abismo, me altero—. Si tienes dudas, te puedo aconsejar.

Oriol, si no cuento sus respuestas a mis comentarios, está siendo muy atento y educado en todo momento. Está cumpliendo a la perfección la imagen que tengo de él. Y no sé si me gusta o no esa faceta suya. Me sería mucho más fácil que fuera directo al grano, que dejase claro que la cena es solo un bonito detalle para dejar claro lo que ambos queremos.

—Es decir, que no es tu primera vez aquí.

—No, es de mis restaurantes favoritos.

—Qué poco original. —Hago un pequeño mohín, como si me hubiera decepcionado—. ¿Aquí llevas a todas las chicas con las que te quieres acostar?

—¿De verdad quieres saberlo? —No, pero como ya lo he preguntado, tendré que hacer como si nada al escuchar la respuesta—. No suele ser este al que llevo a mis citas.

No sé si creerme sus palabras, es demasiado bonito para ser verdad. Además, es un hombre y es uno que quiere llevarme a la cama, por lo que dirá lo que sea para hacerlo. Si me miente es su problema, como si yo no quisiera lo mismo, acostarme con él de una vez y no complicarlo todo.

—Harás que me sienta especial, Oriol —apunto, ronroneando su nombre—. Aunque ya lo soy de por sí. —Aprieto los labios y trago saliva para controlar mis nervios—. Pero llevarme a un sitio en el que estás tan seguro...

—¿Preferirías otro?

Mmm... —Me muerdo el labio solo para provocarlo—. Sí, pero estarías aún más cómodo.

Entre mil cariciasOnde as histórias ganham vida. Descobre agora