Capítulo Quince

4K 302 91
                                    




Creo que me he quedado sin palabras.

«A mí me encantas tú.»

Las palabras se repiten en mi mente una y otra vez, torturándome de ese modo, buscando un significado oculto o algo que me haga entenderlo; me ha dejado totalmente consternada.

¿Lo ha dicho en voz alta sin pretenderlo? ¿Quiere que le responda algo? ¿Está poniéndome a prueba para ver cómo reacciono?

Es que no sé qué debo hacer. ¿Le digo que gracias? ¿Insisto? ¿Le hago creer que no lo he escuchado bien para que lo repita? Conociéndolo, no lo hará. Pero entonces, ¿para qué lo dice?

Estoy comiéndome la cabeza, por enésima vez, por su culpa. Siempre es igual. Son solo palabras, unas que quizá no significan lo que pienso, pero eso no quita que haya algo tras ellas.

¿Quién dice que le encanta otra persona si no es verdad? Bueno, seguro que no sería ni el primero ni el último. La gente suele mentir para obtener algo, pero Oriol ya lo ha hecho, ¿no? Ya nos hemos acostado, no puede querer algo más.

Me confunde demasiado. Estoy llena de preguntas que no tienen respuesta, o no una que quiera escuchar —o quizá no me quiere dar—, lo que me genera más dudas de las que ya de por sí tengo.

Disimulo lo mejor que puedo, porque a mí lo que dice sí me afecta. Me ha gustado, no voy a mentir, ojalá las haya dicho de verdad. Cuando las he escuchado las mejillas se me han sonrojado y el corazón me ha dado un pequeño vuelco. Lo normal porque me gusta, es una reacción natural. O eso quiero creer.

Lo miro, buscando la respuesta a alguna de las múltiples cuestiones que tengo. ¿Cómo quiere que actúe a su lado? ¿Qué espera de mí? Sus ojos encuentran los míos y parece que también están llenos de incertidumbre e interrogantes.

Quizá espera que le pregunte; ya lo he hecho en otras ocasiones y soy muy curiosa. O quizá se arrepiente y está deseando que lo deje pasar, reprimiendo las ganas de soltarme otro moco sobre que no tiene que contarme todo.

Tomo una decisión para no seguir en silencio: hacer como si nada porque tengo miedo. Miedo a que su respuesta me duela del mismo modo que lo ha hecho en otras ocasiones. No se me olvida, ni creo que lo haga nunca, lo de que su vida privada es solo suya.

—¿Podemos ir a tu coche a dejarlos? —pregunto alzando un poco los peluches para remarcar lo que digo y que la atención se centre en eso. Pestañeo de forma inocente, como si nada, y pongo la mejor expresión de niña buena que sé—. Necesito tener las manos libres en el cine.

—¿Por algún motivo en concreto?

Esta vez no lo he dicho con una doble intención, ha sido para estar más cómoda y no ir cargada, pero no voy a perder la oportunidad de seguir por ese camino que ha abierto para sacarle de quicio.

Mmm... —Me muerdo el labio para hacerme la misteriosa y lo miro de arriba abajo, repasándolo. Qué guapo es, no me cansaría nunca de prestarle atención—. Creo que es obvio, Oriol.

—Puede que lo sea. —Empieza a andar y hago lo mismo. Al estar a su lado, me coloca el brazo por encima de los hombros para que estemos muy cerca, sujetando uno de los peluches para que no vaya tan cargada—. Pero quiero que uses palabras, Yizhuo.

Es inevitable pensar en los momentos en los que ha dicho lo mismo, esos en los que poco después ha hecho que todo mi cuerpo quiera más de él; sin embargo, por una vez, yo no me refiero a nada sexual.

—Para comer, ¿para qué si no? —Empiezo a reírme, incapaz de aguantarme más o estar seria al ver su expresión llena de confusión—. Ir al cine es sinónimo de palomitas.

Entre mil cariciasWhere stories live. Discover now