Capítulo Veintiuno

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¿A su casa? Eso es una idea pésima; no solo porque seguramente no acabemos de hablar —nos conozco a ambos—, también porque va a estar en su territorio y le resultarán las cosas más fáciles, justo lo que no quiero. Necesito respuestas a mis múltiples interrogantes y que me aclare todas mis dudas. ¿Por qué el cambio de actitud? ¿Por qué justo cuando estaba intentando pasar página? Y, sobre todo, qué le había hecho cambiar de opinión.

—Va a ser que no —respondo después de un largo silencio. He intentado encontrar las palabras adecuadas sin mucho éxito—. Eso es peligroso.

—¿Por qué?

Como ya es habitual, siempre que recibe una negativa su expresión cambia para verse confundido. Desconcertarlo de este modo me encanta.

—¿En serio lo preguntas? —Me rio y me aparto un mechón que se me ha salido del moño que me he hecho para parecer más profesional—. Quizá esto sea una mala idea.

¿Soy yo o está más guapo de lo normal? El color del jersey que lleva hace que sus facciones resalten más. Me muerdo el interior de la mejilla para controlarme, recordándome a mí misma que no puedo pensar de este modo porque no estaría siendo racional y necesito serlo.

—No, no lo es —niega de inmediato, entrelazando nuestras manos. Me gusta que tenga este gesto aún habiendo gente delante, como si no le importase nada—. ¿A qué restaurante quieres ir?

Esa es otra muy buena pregunta, no se me ocurre ninguno que me quite el nudo del estómago. Además, dudo mucho que a los que suelo ir sean de su agrado.

—¿Puedo elegir? —Le escudriño con la mirada, asegurándome de que es así—. O es otra de tus estratagemas para hacerme creer que sí y luego ir donde tú quieres.

Porque si es así, no se lo perdonaré. No otra vez. El destino me habrá mandado otra señal para hacerme ver que Oriol no es para mí.

—Tienes el absoluto control esta noche, Yizhuo —ronronea mi nombre y me acaricia el brazo, provocando que se me erice la piel—. El poder es tuyo.

—Promételo.

No quiero emocionarme por si vuelve a ocurrir lo del pasado. Nunca hicimos lo que planeé, solo me había hecho creer que sí, dándome una falsa sensación de control. Quiero tener el poder.

—¿No te fías?

—No —afirmo y le guiño un ojo para restarle seriedad, como si no me importase aunque sí lo hace—. Es obvio el motivo, solo intento no caer en los mismos errores.

Él sonríe y pasa el brazo que tiene libre por encima de mi hombro, acercándome más a su cuerpo, lo que hace que mi corazón se acelere un poco. Sé que debería alejarme, que mi profesor aún está aquí y que no puedo tener este tipo de actitudes con el que se supone que es un cliente; sin embargo, me da igual. Estar así no está tan mal, ¿verdad? Tampoco estoy dejándome llevar ni diciéndole a Oriol que lo perdono, solo disfruto de su compañía y soy cariñosa, porque de normal lo soy.

Antes de irme, me aseguro de que puedo hacerlo y me despido de mi profesor, al igual que de todos los encargados y responsables de la exposición que han hecho esto posible. Ha sido una gran experiencia, una que quiero volver a vivir más pronto que tarde. ¿Es el camino que quiero seguir? ¿A lo que dedicarme en un futuro? Porque es muy complicado, vivir del arte es casi una utopía, pero el saber que algo que he hecho ha generado emociones en la gente, que han entendido un poco lo que he querido plasmar... No tengo palabras.

En la calle, me espera Oriol, que al verme, sonríe de nuevo. ¿Por qué tiene que complicarme la vida de este modo? Es que cada vez que aparece, todo lo que tengo pensando se esfuma. ¿Es así cómo se sienten las protagonistas de las novelas y las películas? Porque la manera en la que todo en mí se revuelve, como en mi estómago hay entre un nudo y mariposas cuando lo veo, no es nada parecido a lo que he sentido con otras parejas o personas especiales.

Entre mil cariciasWhere stories live. Discover now