Capítulo Veinticinco

3.2K 242 121
                                    


El centro de Barcelona está precioso.

Se nota el esfuerzo que hacen cada año para que las decoraciones superen a las del anterior y sean más mágicas. A mí me encanta pasear por las calles, hacerme fotos con algunos adornos o con las luces de fondo, o simplemente observar ciertos detalles que antes se me han pasado por alto.

—¿De verdad crees que es necesario todo esto? —Oriol frunce el ceño, no muy convencido de lo que he elegido en una de las paraditas—. Creo que en casa tengo una muy parecida y...

—Confía en mí, quedará muy bien.

Tal y como habíamos acordado hace unas semanas, hemos venido a la Fira de Santa Llúcia para comprar adornos navideños, decoraciones y todo ese tipo de cosas necesarias.

Vamos un poco justos —Navidad es la semana que viene—, pero no hemos podido venir antes porque no ha sido una de mis prioridades. Compaginar mi tiempo libre entre estudiar, mis amigos, ocio y con él ha sido casi imposible.

Si no hubiese sido porque Oriol ha puesto mucho de su parte para que nos veamos, como venir a buscarme a clase o al trabajo, creo que tampoco nos habríamos visto. Estas fechas para ser universitaria, y estudiar un máster a la vez, son insufribles.

—No dudo de ti, solo creo que quizá es demasiado. —Me giro, cruzo los brazos y lo miro, haciéndole creer que estoy molesta mientras que hago un puchero, uno que sé que no puede obviar—. Vale, nos lo llevamos todo.

—Así me gusta, sabes que no puedes luchar contra mí y mis encantos —me regodeo y le beso con cariño la mejilla—. Ya verás qué bonito estará tu piso.

Él paga sin poner más objeciones y antes de seguir andando, me pasa el brazo por la cintura para que no me aleje mucho. Ya me he acostumbrado a ese gesto, a que me junte a su cuerpo mientras paseamos, a que me busque de forma constante. Oriol siempre ha sido de tener contacto físico, incluso cuando todavía no éramos nada.

—¿A dónde quieres ir ahora, Yizhuo? —pregunta, bajando un poco la cabeza para que nuestros ojos se crucen, Hoy parecen más azules que de costumbre, probablemente por el tiempo que hace, o por las luces navideñas que hacen que todo brille un poco más—. ¿O quieres que elija yo?

—¿No lo haces siempre? —lo chincho, conteniendo una pequeña carcajada—. Sorpréndeme.

Oriol asiente y nos alejamos del tumulto de gente, evitando otra de las calles más concurridas de la ciudad. Parece que tiene muy claro lo que quiere que hagamos. Si no he mentido cuando he mencionado que es lo que suele hacer.

—Aún no te he llevado de compras —comenta como si nada—. También puedes elegir algo como regalo de navidad si te apetece.

—¿Y si quiero que tú seas mi regalo con un lazo?

—A mí ya me tienes siempre que quieras.

Se detiene y aprovecha para besarme, dejándome con ganas de más. ¿Alguna vez tendré suficiente?

—Pero no con un lazo, esa es la gracia, Oriol.

—Entonces complaceré tus deseos. —Sonríe y se le marcan unos pequeños hoyuelos camuflados entre la barba perfectamente recortada que lleva—. ¿Solo vas a querer eso?

Aprieto los labios, pensando bien cómo responder. Siempre que hacemos planes paga él, pero no quiero que piense que me aprovecho de su dinero. Yo no puedo seguir su ritmo de vida, es imposible. Ni con cuatro trabajos a la vez podría.

Mmm... —Hago una pausa dramática solo para ponerle nervioso—. Quizá, además del lazo, puedes ponerte una tiara. Seguro que te queda de maravilla.

Entre mil cariciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora