Capítulo Veinte

3.6K 297 59
                                    




No estuvimos mucho tiempo más en la discoteca esa noche porque yo era un mar de dudas, lo que se traducía en que mi compañía no era del todo grata; no disfrutaba ni quería bailar con nadie. Tampoco hablé mucho del tema durante los primeros días, solo podía darle vueltas a lo que había ocurrido y pensar en lo que podría haber hecho o dicho para hacer la situación mejor.

Al menos, pude distraerme y centrarme en mi vida académica. Tenía infinidad de trabajos que entregar y muchos exámenes, lo que hacía que no pudiese pensar en nada más que no fuera en eso. Por una vez, agradecí estar sobreexplotada en ese sentido. Todo mi tiempo iba para eso.

Una de las primeras cosas que hice al llegar a casa, aún con el alcohol en las venas, había sido desbloquear a Oriol para que pudiera enviarme mensajes, si así lo quería, esperando que su arranque de sinceridad fueran solo palabras y no una declaración de intenciones. Aún no sabía cómo se había dado cuenta de ello, porque horas más tarde, y una vez que me había despertado, me había mandado varios mensajes preguntándome cómo estaba.

Y yo no supe qué responderle. No me sentía preparada para dejar todo atrás y quedar con él de inmediato, no sin antes aclarar mis ideas. ¿Olvidaba lo que había pasado entre nosotros? ¿Olvidaba sus palabras? Era incapaz de hacerlo sin más, de actuar como si todo lo que había vivido no existiera; sin embargo, una parte de mí quería hacerlo. Mi cabeza era una lucha constante entre lo racional y la emocional.

Además, rechazarlo tantas veces era complicado porque no dejaba de proponerme planes sin ningún tipo de connotación que no fuera vernos (o eso creía). Oriol quería que hablásemos a solas, aclarar las cosas y seguir adelante. Y yo no lo veía tan fácil y simple como eso. Una parte de mí seguía reticente a su cambio de actitud, llena de miedo de que solo fuese un espejismo y que solo quisiera seguir acostándose conmigo sin compromisos; y la otra, solo quería abrazarlo, besarlo y dejarme llevar.

Pensar con claridad y ser racional estaba siendo una de las cosas más complicadas que había hecho en la vida.

—Acaban de llegar para ti. —Me giro para ver a Natura. Está apoyada en el marco de la puerta de mi habitación con un gran ramo de flores entre las manos—. Se está tomando en serio lo de hacerte cambiar de opinión.

—Ya lo veo...

Me levanto y lo cojo, sin saber bien qué hacer. Es precioso, como todos los que Oriol me ha enviado hasta el momento. No repara en gastos, siempre son enormes, de todo tipo y de un gusto exquisito.

—Si no quieres seguir lo que sea que tuvieras con él, díselo, Yizhuo, o nos va a convertir el piso en un invernadero.

Me río porque en parte tiene razón, hay ramos por toda la casa porque en mi habitación ya no caben. Como son tan bonitos, no desentonan, pero sí, son demasiados.

—Lo que peor llevas es que me envíe dulces —la chincho, buscando la nota entre las flores—. Porque así no eres tú la que me puede cebar con los tuyos.

No solo me ha mandado ramos, también varias cajas de bombones, trozos de pastel y dulces de una de las mejores pastelerías de la ciudad. Todos buenísimos, porque los había comido de inmediato.

Eso no quita que tantos regalos y presentes por parte de Oriol me parezcan raros. No me quejo, ¿a quién no le gustaría que la mimen de este modo? Pero ¿lo hace porque de verdad nace de él o porque está intentando recuperar lo que teníamos? ¿Será siempre así o esto será un mero espejismo? No cuesta nada acostumbrarse a las cosas buenas y a los detalles, y si lo hago, quizá en el futuro me siento decepcionada porque no cumple las expectativas que él mismo ha marcado al principio.

—Los míos están mejores y lo sabes —se regodea Natura y se sienta en uno de los pocos huecos libres que hay en mi cama. Me mira, analizándome y sé que lo que va a decir quizá no me gusta—. Hablo en serio, Yizhuo.

Entre mil cariciasWhere stories live. Discover now