Capítulo Once

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Sí, sé que se merece una. Pero ¿qué le digo?

«No tengo el valor para admitirlo a la cara; o mejor, no soy lo suficientemente valiente para no caer otra vez si te tengo delante.»

Las dos son horribles y harán que piense que estoy loca. Si no lo hace ya.

—Mi marcha creo que es una explicación suficiente.

Práctica, sencilla, para toda la familia... Si no lo entiende es porque no quiere.

—No para mí —rebate de inmediato con el semblante aún muy serio. No sé si es porque está enfadado, pero se le marcan algunas arrugas alrededor de los ojos—. ¿Puedes tomarte un descanso y hablamos con más calma?

—No —niego.

¿Quedarme a solas con él? Es una pésima idea y no saldrá bien porque me conozco. Prefiero mantener una conversación así, rodeados de gente y con demasiado ruido por la música, que una en la que sé que acabaré cayendo en sus trampas.

—¿Por qué?

—Estoy trabajando. —Sí, no he elaborado mi respuesta, pero es una excusa más que justificada—, no puedo abandonar mi puesto como si nada, menos en una noche con tanta gente.

Oriol frunce el ceño a la vez que aprieta los labios. ¿Tan mal le sienta que le diga que no? Más razón para haberme marchado sin avisar. Además, no es la primera vez, si me encanta llevarle la contraria solo para sacarle de quicio.

—Hay cosas de las que tenemos que hablar.

Reprimo las ganas de resoplar y poner los ojos en blanco. ¿Por qué tanta insistencia? Si total, ya ha conseguido lo que quería, nos hemos acostado. ¿O es que pensaba que podría manipularme para que aceptase ese acuerdo absurdo?

Merezco más que eso, merezco ser la prioridad; la suya. Aunque es más fácil pensarlo que hacerlo, porque me conozco. Si no digo en vano que me sé la teoría a la perfección, pero la práctica...

—Te aburres mucho, ¿no?

No entiende mi pregunta, pero no le dejo que me responda de inmediato, atiendo a una chica de la fiesta universitaria —que lleva una diadema de luces muy curiosa—, antes de volver a centrar mi atención en él.

Es que es guapo con ganas y eso no ayuda. ¿Por qué no puedo fijarme en hombres feos? Seguro que la vida me iría mejor.

—¿Por?

—Siempre que no respondo mensajes, llamadas o te ignoro vienes a verme, lo que te supone un gasto de dinero. —Enarco una ceja con cierta diversión—. Sé que soy muy guapa e irresistible, pero...

—No he venido a verte —afirma y señala la copa que sigue vacía, aún no le he puesto otra. Qué mentiroso—. Estoy con unos amigos, pasándolo bien.

Nadie dice lo contrario, pero de todas las posibles discotecas de Barcelona que haya venido a esta, otra vez, es sospechoso. No me engaña, ha venido para poder hablar conmigo.

—Por eso llevas tiempo en la barra mirándome —me vanaglorio. Estoy orgullosa de mí misma por el momento, estoy controlando mis ganas de mirarle las manos y centrarme en permanecer en mi negativa—. Bailo bien, ¿verdad?

Como tarda un poco más de lo habitual en él en responder, sonrío victoriosa. Me dura poco la alegría, no cuando su expresión cambia de forma sutil.

—¿No se supone que estás muy ocupada trabajando? No deberías estar tan pendiente de un cliente... —Se relame el labio inferior y por mucho que intente no mirarlo, no lo consigo. Oriol se da cuenta, como es de esperar, si lo ha hecho para provocarme—. ¿O es que te gusta mirarme, Yizhuo? —Ahora el que sonríe es él y yo quiero matarlo—. De verdad, me gustaría hablar contigo de lo que pasó.

Entre mil cariciasWhere stories live. Discover now