Capítulo Diez

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No puedo pensar con claridad si tengo a Oriol tan cerca. Se está tomando muy en serio lo de hacerme cambiar de idea. Aún no ha hecho nada —si no cuento el beso en el cuello y que me ha mordido el lóbulo de la oreja—, pero mi mente ya está traicionándome, imaginando todo lo que puede hacerme. Su actitud corporal es una clara muestra de intenciones; está rodeándome la cintura con el brazo, juntándome a su cuerpo.

No estoy incómoda, y tampoco quiero irme, pero mi cabeza sigue dándole vueltas a la conversación que hemos tenido.

—Estamos más cómodos aquí —anuncia al llegar a su habitación. Me roza el cuello con la nariz, para acabar dejando un beso que me eriza la piel—. ¿O prefieres otra cosa?

Lo más lógico —y lo mejor para mí—, sería marcharme; protegerme para evitar que me haga daño. Pero mi parte racional ha dejado de existir en el momento en el que se ha acercado a mí.

Soy débil. Demasiado débil para controlar mis impulsos.

—Yo, de preferir... —Me muerdo el labio y lo miro. Él ya tiene esa expresión que tanto me gusta, esa que me hace ser traviesa solo para obtener una reacción por su parte—. Prefiero muchas cosas.

—Si no las dices, no puedo cumplirlas.

—¿Vas a obedecerme? —pregunto con cierto deje de diversión en la voz. Sé que no—. Qué interesante.

—Quizá algún día... —murmura y me río, no ha sonado nada convincente—. Solo quiero complacerte, Yizhuo.

Suena muy tentador, demasiado para mi propio bien. ¿Por qué tiene que ser tan atrayente? ¿Por qué tiene que afectarme así? Todo sería más fácil para mí.

—¿Y si empiezas? —lo reto, alzando un poco la cabeza para mostrarme segura de mí misma—. Porque hablas demasiado, pero...

Oriol me interrumpe cogiéndome por el cuello, sin apretar, solo marcando territorio, demostrando que estoy a su merced, que solo con eso ya me tiene donde quiere. Y tiene razón, porque empiezo a encenderme con ese simple gesto.

—Pídelo por esa boquita. —Con la mano que tiene libre, me acaricia los labios. No es dulce ni cuidadoso, es otra forma más de provocarme. Sabe que me gusta. En poco tiempo ha conseguido leerme casi a la perfección—. ¿Qué quieres que te haga?

De todo, pero esa respuesta no va a servirle; quiere cosas específicas. Me gusta el poder que me está dando, aunque sea una sensación falsa. Ambos sabemos que el que lo tiene es él; siempre es él. No me molesta en absoluto, su faceta dominante es una de las cosas que más me atraen.

—Bésame.

Oriol sonríe, como si esperase que dijera justo eso, y lo hace. Su boca y su lengua invaden la mía con ansia, como si hiciera mucho tiempo que no nos besáramos, provocándome mil emociones a la vez.

Nunca nadie me había besado de la forma que lo hace Oriol, nunca nadie me había hecho querer más solo con un simple beso.

No quiero ponérselo fácil tan rápido, por lo que le muerdo el labio, haciendo que gruña y me apriete más contra su cuerpo, buscando más contacto entre los dos. Quiero llevar el control, aunque sea unos minutos, por lo que junto nuestros labios de nuevo, pero no me deja, vuelve a ser él el que marca el ritmo.

Empiezo a tener la sensación de que me sobra la ropa. ¿Cómo puede tener ese efecto en mí y tan rápido?

Sin ningún tipo de esfuerzo, me alza y me coloca en su cintura. ¿Por qué hasta esto me resulta atractivo? Sonrío sin poder evitarlo. Parece que tengo el mismo efecto en él; ya está duro, pero me rozo de forma más que voluntaria para provocarlo. Oriol no se mueve, se dedica a besarme y yo, como puedo, le quito la camiseta que lleva. Me gustaría observarlo, fijarme en su cuerpo, pero no puedo porque me tumba en la cama y se coloca encima de mí.

Entre mil cariciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora