Capítulo Treinta y Dos

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Estoy nerviosa.

Cuando le he mandado el mensaje a Oriol para indicar en qué sitio quedamos, ya lo estaba; no obstante, ahora es peor. Mucho peor.

Sé que no tengo motivos para estarlo ni tampoco debo. Ha sido mi idea después de todo, pero creo que mi estado de ánimo es más por la expectación que por otra cosa.

Miro la hora en el móvil o por si hay algún mensaje importante, y suspiro en un intento de calmarme. Oriol no tardará en llegar, es mucho más puntual de lo que yo seré nunca.

No me equivoco. A los pocos minutos —y antes de la hora que le he dicho—, baja de un coche y me muerdo el labio al mirarlo. ¿Dejaré de pensar en algún momento en lo guapo que es? La ropa que le he elegido esta mañana, porque después de perdernos en el cuerpo del otro y ducharnos, me ha dicho que podía escoger lo que quisiera de su armario.

Le queda de maravilla y al verlo, de nuevo, tengo el mismo pensamiento que esta mañana, cuando solo he querido quitársela.

—Hola, preciosa —me saluda con un beso en la mejilla y sonríe. Por su estado de ánimo, parece que ha tenido un buen día. Normal, si lo ha empezado con un buen desayuno y no solo de comida. En su lugar yo también estaría así de feliz—. ¿Algún motivo por el que quieres quedar aquí?

Estamos muy cerca del centro, en unas calles paralelas a las principales de la ciudad.

—Si te lo digo tan rápido, tendré que matarte.

—A besos, espero —añade con cierta diversión en la voz. Al ver que voy algo cargada por todo lo de la universidad, me lo quita de las manos sin que pueda rechistar—. ¿A dónde quieres ir? Conozco un restaurante bastante bueno cerca que seguro que nos hacen hueco.

No respondo. Empiezo a andar y escucho lo que me cuenta con ilusión: como la comida sorpresa que le han hecho sus amigos en el trabajo o lo especial que está siendo este cumpleaños para él. Cuando me detengo delante del local, él baja la cabeza para mirarme. Tiene una ceja enarcada y sé que lo conoce, su expresión le delata.

—Preciosa... —intenta decir.

Pero no le dejo continuar, le agarro fuerte de la mano y entro como si no fuera mi primera vez. La recepción es igual que en la página web, muy bonita y sobria, y parece como cualquier otro sitio. Nos reciben de inmediato y digo mi nombre, que es con el que hice la reserva. Al comprobar que todo está correcto, nos entregan dos contratos de confidencialidad y de responsabilidades para que lo firmemos. Oriol lo hace de inmediato, sin preguntas y sin siquiera mirarme.

¿Está molesto por esto? Lo dudo, lo conozco, pero su silencio es extraño y algo inquietante. Sé que delante de otras personas no va a decir nada comprometido, no con lo educado que es siempre, pero esperaba una mirada, una pregunta silenciosa... Algo.

Disimulo lo mejor que puedo que esto me está poniendo más nerviosa de lo que ya estoy y hago ver que escucho a la persona que nos atiende. Cuando está todo hecho, nos guían hasta la que será nuestra habitación y una vez que estamos solos, Oriol se gira para mirarme de forma directa.

—Yizhuo.

Que solo diga mi nombre me hace tener más dudas, ¿a qué se refiere? Como no me gusta el silencio, rebusco en mi bolso la diadema con un lazo que me he comprado solo para hoy, me la pongo y sonrío con mi mejor expresión de niña buena.

—¿No te gusta? —camuflo mi duda con una sonrisa burlona—. Es original, no puedes decir que no.

—No es eso.

—¿Entonces?

—¿Estás segura de esto? —Su nuez se mueve cuando traga saliva y añade—: Yo he estado ya aquí, creo que lo has notado. —Asiento de forma ligera, ha sido muy obvio—. No tienes que hacer nada que no quieras ni forzarte a hacerlo por mí.

Entre mil cariciasWhere stories live. Discover now