Capítulo Catorce

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Decidir qué quiero hacer no me cuesta nada; no solo porque me apetece, también porque sé que a Oriol no le va a gustar.

Él adora el control, es una de las cosas que me resultan más evidentes de su personalidad y lo que piensa; todo tiene que ser como quiere, según cómo lo ha organizado y nada puede salirse de ese plan.

Por eso lo que vamos a hacer va a ser aún más divertido, porque no se lo espera.

—Di algo —pido, apretando los labios para contener una carcajada. Su cara es un poema que por mucho que quiera disimular, no consigue—. ¿No te gusta?

—No, no lo hace —confirma lo que ya sé. Es evidente, se le están marcando unas arrugas alrededor de los ojos que normalmente no tiene—. ¿Cómo vamos a ir al cine hoy?

—¿Por qué no? Es como cualquier otro día. ¿O es que acaso tiene que haber uno establecido?

Como tiene tanto dinero, seguro que es de los que va en fin de semana, cuando es el doble de caro. En mi caso, siempre intento aprovechar el día del espectador o las promociones que hacen en los que vale la mitad. Mi bolsillo lo agradece.

—¿Y sin saber qué veremos?

—Lo elegiremos ahí, lo que haya. —Me encojo de hombros, ni que eso fuese un gran problema—. La compañía es lo que vale la pena, Oriol. —Sigo mirándolo, es que seguro que en su mente está queriendo castigarme por esto. Imaginarlo es tentador, pero no estoy haciendo nada que no haya pedido él—. No pienses tanto, que te va a salir humo de la cabeza. —Aprieto los labios, dándole vueltas a lo que he dicho, antes de añadir—. ¿Es científicamente posible o he dicho una locura?

—De hecho sí, en determinadas situaciones se puede dar el caso para que el cuerpo libere calor de esa forma.

Parpadeo bastante sorprendida. Si ya lo dice mi madre: «nunca te acostarás sin saber una cosa más.»

—Cuando te pones en plan listo, me resultas aún más atractivo —confieso y me relamo el labio inferior. Sé que esto tiene un nombre, me suena haberlo escuchado mientras veía una serie de un atraco española, pero no me viene la palabra—. Volviendo al tema del cine, seguro que encontramos algo que nos guste y si no...

—¿Si no qué? —insiste ante mi silencio.

¿No se sobreentiende? ¿Para qué se va al cine entonces? ¿O solo quiere que lo verbalice?

—Siempre podemos meternos mano. —Le guiño un ojo y le lanzo un beso para reafirmarlo. A mí me parece un plan maravilloso. Nunca se es suficientemente mayor para este tipo de cosas—. ¿Lo has hecho alguna vez?

Estoy convencida de que una de sus aficiones preferidas al ser adolescente era esa; con el dinero que tiene, capaz iba cada semana al cine con una chica distinta.

—No he vivido bajo una piedra. —Resopla, frunciendo un poco el ceño—. ¿Cuántas veces debo decirlo?

—Pero seguro que hace mucho que no, cuando eras joven y eso...

Oriol niega con la cabeza, seguro que se arrepiente de haber dicho que haremos lo que que yo quiera. Tampoco puede culparme, ¿no ha aprendido ya que me encanta sacarle de quicio?

—En la casa de mis padres hay una sala de cine.

Ah, muy práctico. Cuando quería meterse mano con alguna chica la invitaba a su casa y si la cosa se animaba, acababan en su habitación. A mí se me haría raro, pero no lo juzgo, en su situación —y teniendo tanto dinero—, seguro que habría hecho lo mismo.

—Debe ser un sitio enorme.

—Lo es —confirma—. Un día de estos te llevaré para que lo veas por ti misma. —Vale, esto es raro. ¿Acaba de invitarme a la casa de sus padres? Supongo que se refiere a cuando estos no estén—. Por cierto, Yizhuo, ¿me dejas que te invite a cenar después?

Entre mil cariciasWhere stories live. Discover now