Capítulo Dieciocho

3.4K 327 80
                                    


Ignorar la existencia de Oriol resulta mucho más fácil de lo que había creído en un principio.

En el camino de vuelta a mi casa después de todo lo que había sucedido, y de insultarlo —aunque me quedé corta y uno solo no había sido suficiente—, una parte de mí esperó que viniese detrás, que corriera para atraparme, que gritase que no me marchase dedicándome palabras bonitas, confesándome sus sentimientos...

Demasiado de película romántica e irreal, pero solo quería sentirme como una de esas protagonistas, deseaba que hiciera algo; que me demostrase que no estaba equivocada y que le importaba, que todo no habían sido imaginaciones mías.

Lo único que obtuve de su parte fue el silencio. Ese fue otro golpe de realidad, lo que destruyó por completo mi esperanza e hizo añicos, un poco más, mi corazón. No había servido de nada que me protegiera repitiéndome una y otra vez que no éramos nada, porque había acabado igual de roto que si no lo hubiese hecho. Dolía, y dolía muchísimo.

Cuando más sentimos, más nos duele cuando la burbuja se rompe, devolviéndonos a la realidad y dejándonos una sensación de impotencia por no saber qué hemos hecho mal o por qué no hemos sido suficiente.

Y yo nunca he sido suficiente para Oriol al no ser lo que busca, ni como remplazo de su ex, ni como persona. Solo había sido una más en la que seguro era una lista larga de chicas que le parecían atractivas.

No tuve que aceptar su proposición, no tuve que dejarme llevar, no tuve que dejar que entrase en mi vida de ese modo...

Y aún así volvería a hacerlo.

¿En qué lugar me deja eso? En el de las perdedoras e idiotas, que es justo cómo me sigo sintiendo.

—¿Cómo va ese proyecto que me contaste?

Mi hermana ha venido a Barcelona para verme y hemos quedado para comer; así podemos hablar con tranquilidad sin sus hijos por el medio. Adoro a mis sobrinos, pero a veces son demasiado energéticos y drenan la energía de cualquiera, incluso la mía que es casi inagotable.

—¿De cuál en concreto?

Claro que sé al que se refiere, pero prefiero sacarla un poco de quicio y que la conversación no se centre tanto en mí y que no sea tan seria. Llevamos toda la comida hablando de cosas formales, de su trabajo, de cómo va el bazar de nuestros padres, de lo que quiere hacer el próximo verano...

Estoy aburrida.

—El de la exposición —matiza y hace un pequeño gesto para que siga comiendo y no deje de hacerlo. Siempre que quedamos, controla este tipo de cosas, asegurándose de que sigo sana y me acabo todo lo del plato, como si alguna vez no lo hubiera hecho con lo que me gusta comer—. La última vez que hablamos de ello estabas muy ilusionada.

—Lo sigo estando.

—¿Pero? —quiere saber. Me mira con una ceja alzada. Me conoce lo suficiente y sabe que hay algo que me he quedado para mí. Mi tono de voz, algo más apático de lo normal, supongo que ha sido indicio suficiente—. ¿Te han dicho que no?

—Al contrario.

El profesor aún no había elegido a nadie en concreto, eso sería antes de acabar su asignatura (de la que ya queda poco), pero sí había ido dando pequeños indicios de las personas que tenían más números de ser seleccionadas.

—¿Entonces? No te entiendo, Yizhuo —pronuncia mi nombre de la misma forma de cuando era pequeña y hacía una trastada—. Si estás preocupada por lo que pueden pensar papá y mamá, déjanos eso a Syaoran y a mí.

Entre mil cariciasWhere stories live. Discover now