Capítulo Veintisiete

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Trabajar hoy me provoca sensaciones contradictorias.

Adoro ver a la multitud pasarlo bien, beber hasta que no pueden más y celebrar la entrada del nuevo año como si se tratase de una noche mágica (que en parte lo es). Y por eso mismo me da rabia no poder hacerlo yo y desinhibirme por completo sin tener que pensar en mis responsabilidades.

Todo es más intenso: la gente, el caos, la diversión...

Y yo tengo que trabajar, ser una adulta responsable que no puede dejar de pensar en lo complicada que es la vida y lo cara que es.

—Siento que en cualquier momento voy a desmayarme del agotamiento —se queja Arnau, quitándose un poco de sudor de la frente con un pañuelo de forma exagerada, solo para dramatizar un poco más sus palabras. Lo miro y veo que está como siempre, con ese aspecto tan exótico y atrayente, con el pelo, que ahora lleva de color gris, perfectamente colocado. No hay ni rastro del supuesto agotamiento—. ¿La gente no se cansa de beber? Es que no paran, no he podido hacer ni una pausa para molestarte.

No lo juzgo, he pensado lo mismo. Para ser una de las noches grandes de la discoteca, me estoy aburriendo bastante. La música, por el momento, es bastante mediocre y no invita a bailar.

—A más pedidos, más dinero por comisiones. —Sonrío y me aparto de un gesto el pelo. Odio haberme dejado justo hoy una goma para atármelo y facilitarme el trabajo. Las prisas no son buenas y he salido del piso corriendo porque iba muy justa, con el tiempo pisándome los talones; normal si tengo una distracción imposible de obviar—. Piensa en eso.

—Ya lo hago, ¿por qué crees que estoy aquí y no dándolo todo en la pista?

Al ser técnicamente un día festivo, el sueldo es mejor de lo normal y a mí tener un poco más de ingresos me viene de maravilla. Enero es un mes lleno de gastos, al igual que diciembre, así que tengo que recuperarme un poco. Además de eso, está el tema del alquiler. Natura me ha remarcado varias veces que como técnicamente ya no vivimos juntas, no tengo que pagarlo, y Oriol se niega en rotundo a que le dé nada de dinero porque dice que no es necesario ya que es algo temporal.

Lo que me deja en una situación extraña. Una cosa es que no me moleste que sea él el que pague todo cuando salimos a cenar, tenemos citas y esas cosas; la otra es vivir en el mismo piso y ser una mantenida por completo. Porque para serlo, ya están mis padres, que para eso quisieron tenerme.

Y si tampoco me siento bien con que ellos me paguen todo, ¿por qué con mi pareja sí?

Por no mencionar que tengo que ahorrar para saber qué puedo comprarle a Oriol para su cumpleaños. Queda un mes y unos días, pero estoy sin ideas. ¿Qué puedo regalarle que le guste y crea que es inolvidable? Porque darme a mí misma con un lacito para que haga lo que quiera conmigo —todo lo que él quiera—, ya lo tengo en mente, pero quiero algo más.

—María no nos dio opción —murmuro y aprieto los labios para no reírme, justo está pasando delante de nosotros con el rostro desencajado, agobiada porque parece que nada está yendo como ha planeado—. No se lo digas, pero lo que nos ha hecho para cenar estaba buenísimo.

Una de nuestras tradiciones, y sobre todo al tener que trabajar esta noche, es cenar juntos para pasar el cambio de año rodeados de la gente que queremos. Es de las pocas celebraciones occidentales que no paso junto a mi familia, porque para eso ya tenemos el año nuevo lunar, el que es más importante para nosotros.

Al estar Natura con todo lo de Rio, lo hemos celebrado en el piso de María y ha estado estresada la gran parte de la noche por si la comida no nos gustaba, algo salía mal o no llegábamos a tiempo a la discoteca para tomarnos las uvas con el resto de trabajadores antes de empezar a trabajar.

Entre mil cariciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora