Capítulo Ocho

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¿He hablado con Oriol? No. ¿Le he mandado un mensaje o algo para tener contacto con él? Tampoco. Tenía muy claro que no iba a hacerlo, ya lo había hecho la última vez y no iba a volver a irle detrás.

¿Oriol me ha llamado? Sí, él sí lo ha hecho, pero no se lo había cogido. No porque no quisiera —bueno, creo que no lo hubiera hecho en el primer intento para que insistiera un poco—, había sido porque estaba en clase. ¿Cómo iba a responder una llamada si estaba atenta a lo que explicaba el profesor? Además, estaba en una de mis asignaturas favoritas, una en la que nos habían dado una gran noticia.

Ese había sido nuestro contacto, aunque ni lo consideraba así, en estos días. Esperaba otra llamada, un mensaje, algo... Un poco de interés por su parte, que me fuera detrás; y solo había obtenido silencio. Es que ni le había dado me gusta a mis historias de Instagram cuando las había visto.

¿Oriol estaba esperando que lo llamase de vuelta? Porque no iba a hacerlo, lo normal es que si alguien no te coge el teléfono es que vuelvas a intentarlo, o le digas algo; un mensaje al menos, que para algo tenemos redes sociales, para hacer todo un poco más sencillo.

¿O es que está intentando volverme más loca de lo que ya de por sí estoy? Porque lo está consiguiendo, no puedo dejar de darle vueltas a todo —aún más—, y de pensar en él.

Es que parezco masoca repitiendo en mi mente nuestras conversaciones, lo que habíamos hecho y la manera en la que sus ojos azules, que cada vez me gustan más, me miraban,

Sé que tengo un gran problema, uno que empieza con sus manos; porque sí, sigo obsesionada con ellas.

Cuando le había contado todo a mis amigos, sobre todo a Arnau que me lo había casi exigido al acabar el turno, cada uno me había dado una opinión distinta. Pese a que sé que debería hacerle caso a María —no en vano es la más sensata de todos y la da mejores consejos—, soy incapaz. No puedo, ni quiero, alejarme de Oriol. ¿Debería? Sí, lo sé desde que lo había conocido. Sigo convencida de que tiene un defecto que todavía no he visto, es imposible que sea tan perfecto. Y si lo es, ¿por qué sigue soltero? Es que no tiene sentido.

La teoría la tengo muy clara, clarísima; pero sigo teniendo mucha curiosidad por acostarme con él.

Es que si con lo que ya hemos hecho, ya me ha vuelto loca, ¿cómo será tenerlo dentro de mí?, ¿sus manos seguirán siendo lo que más me gusta de él?, ¿volverá a ponerse de modo dominante? Porque ha despertado un lado de mí que no conocía, uno que solo quiere escuchar halagos y elogios en esas situaciones, uno que está dispuesto a hacer lo que sea que me pida.

Son tantas posibilidades... tantas que solo de pensarlas el corazón se me acelera con expectación.

—No me eches mucho de menos. —Abrazo a Natura pese a sus reticencias al contacto físico, a veces lo ama y otras lo odia. Hoy creo que es el segundo caso—. Piensa que en menos de un día estaré aquí.

—¿Pero quién ha dicho que vaya a echarte de menos? —refunfuña.

—Yo. —Me río y también abrazo a Swift—. Moléstala mucho en mi ausencia, ¿vale? Maúlla, úsala de cojín y...

—Yizhuo, que vuelves mañana por la noche, no exageres.

Aprovechando que son las fiestas de la ciudad —y que la discoteca va a estar cerrada lo que pasa en muy pocas ocasiones—, voy a pasar lo que queda de fin de semana con mi familia. Normalmente suelo quedarme, me encantan estas fechas en las que no hace ni calor ni frío, y todo lo que sea pasarlo bien es un buen plan; no obstante, hace mucho que no veo a mis padres y hermanos y quiero estar con ellos.

Entre mil cariciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora