Una cacerola y un montón de platos sucios

46 8 12
                                    

Bitácora oficial del Jefe del proyecto de exploración, doctor en Astrofísica Tadeo Viejobueno. Día 730 de la misión «Reconocimiento». La capitana Sánchez nos anunció que llegaremos a la estación en una semana, más o menos, si todo va bien. Debemos decir que estamos muy satisfechos con los resultados de la misión. La cantidad de información que recolectamos es impresionante. La comunidad científica neolujaniana la recibirá muy complacida.

Sin embargo, nos tememos que no podemos decir lo mismo de los demás aspectos del viaje. Es evidente que la nave no está preparada para el transporte de pasajeros. A pesar de los esfuerzos y la buena voluntad de la tripulación, la estadía resultó de lo más incómoda, no solo porque los camarotes eran demasiado pequeños para albergar a dos personas, sino, también, porque nos vimos obligados a utilizar parte de nuestro tiempo para participar de las tareas de limpieza y mantenimiento. Consideramos que la flota espacial debería revisar su política de multifunción o como sea que se llame. No lo vemos eficiente. Quizá le hagamos una sugerencia al almirantazgo. Tenemos mucho tiempo para pensarlo.

Fin de la bitácora.

***

Bitácora personal del Jefe del proyecto de exploración, doctor en Astrofísica Tadeo Viejobueno. Día 731 de la misión «Reconocimiento». Me interrumpieron ayer, cuando estaba a punto de comenzar esta entrada, y luego olvidé hacerla. El doctor Lucero Feo vive interrumpiéndome, es el peor compañero de camarote que se puede tener, de lo más desordenado que he visto en mi vida, aunque no, sucio, debo reconocer. El problema es que se la pasa todo el día hablando con todo el mundo, es insoportable; estoy seguro de que, si se encontrara solo en un cuarto, hablaría solo por el mero placer de escucharse. Y todo el mundo lo ama; en especial, la capitana; de hecho, estoy casi seguro de que hay algo entre ellos, aunque no lo demuestren, pero no me sorprende que el doctor Feo le caiga bien a todo el mundo; el muy taimado sabe usar el aspecto que tiene, pero a mí no me compra porque puedo ver más allá de su cara bonita; además, siempre fui una persona que va por su lado, nunca me dejo llevar por los gustos populares.

La tripulación... no sé cómo catalogarla, son trabajadores y responsables, pero, al mismo tiempo, demasiado relajados; salvo la primera oficial, nadie parecía tomarse en serio nuestras demandas. Más de una vez tuve encontronazos con la capitana porque se negaba a atendernos, como cuando fuimos a solicitarle el código de autorización para acceder a los sensores traseros de la nave. Parece que le molestó el horario, según entendí, a pesar de los gritos.

Lo peor, sin embargo, es el tema de la limpieza y el mantenimiento de todo lo que no es estrictamente del funcionamiento de la nave, no entiendo cómo es que no tienen gente especialmente dedicada a dichas tareas. Es cierto que se manejan con un riguroso sistema de turnos acordado entre todos, pero no es un método eficiente. Interrumpir el análisis de una muestra o la planificación de una ruta para limpiar inodoros o aspirar los pisos de los camarotes me parece una manera poco adecuada de administrar el tiempo. Llegaron a asignarme a la oficial de seguridad para que se asegurara de que yo lavara los platos. ¡Vigilarme a mí, la máxima autoridad en formación estelar, para que lave una cacerola y un montón de platos sucios! Es denigrante; por supuesto que voy a dirigirme a la sede del almirantazgo para presentar mis quejas formales al respecto.


El último viaje de la GorodischerWhere stories live. Discover now