Salida familiar

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Bitácora personal del jefe de proyecto de exploración, doctor en Astrofísica Tadeo Viejobueno. Día 740 de la misión «Reconocimiento»...

—¿Todavía llevás la cuenta? ¡Ja, ja, ja...!

—No seás maleducada, pendeja. Soy tu padre y el único con disciplina suficiente como para seguir llevando la cuenta de los días.

—Mi amor, ya que te gusta hace todo al pie de la letra, el reglamento dice que las misiones terminan el día que se alcanza la órbita del planeta de donde se salió, así que, técnicamente, la nena tiene razón.

—Tengo veinticinco años, ma.

—Lo sé, querida, y yo, cincuenta y siete, así que, para mí, siempre vas a ser una nena. Y sé más respetuosa con tu padre.

—...

—A lo que iba: si querés seguir llevando la cuenta, deberías empezarla de nuevo y ponerle un nombre a... a... a lo que sea esto que pasa. La incertidumbre me está estresando, se me olvidan las palabras.

—Tenés razón. Bitácora personal...

—Y no insultés a tu hija.

—¡Pero ella empezó!

—Es tu hija. Vos sos el padre. Si no das el ejemplo respetándola, ella no lo va a hacer.

—No tengo cinco años, ma.

—Lo sé, querida, pero le estoy explicando algo a tu padre en beneficio tuyo, así que no seás boluda y callate la boca.

—¡Ey! ¡Cómo es que vos sí la podés insultar!

—Mamá sí me quiere, no como vos. Ññññ...

—Vos no aprendés más. Acompañame a buscar ibuprofeno a lo de Nahuel, que ya me duele la cabeza otra vez. Y vos...

—¿Yo? ¿Qué pasa conmigo?

—Más tarde hablamos. Terminá la bitácora. Nos vamos.

[Ruido de puerta que se abre y se cierra]

—Bitácora personal del jefe de proyecto de exploración, doctor en Astrofísica Tadeo Viejobueno. Día... Eh... Día 5 del encuentro con la nave extraterrestre. Desde que la capitana salió en una expedición para explorar el entorno estamos encerrados porque decidió darnos a todos dos días por duelo. No tengo problema con eso, por supuesto, porque no hay miembro de la tripulación que haya perdido a alguien, a excepción de ella y de nosotros, pero lo que me indigna es que no nos haya dado permiso salir cuando, según la información, las condiciones del depósito son óptimas para los seres humanos. Estoy muy ofendido. Mi familia y yo podríamos estar adelantando mucho trabajo de investigación y análisis mientras el resto descansa o lo que sea que hagan. Después de hablar con ella en varias ocasiones, accedió bajo la condición de que nos acompañe alguien, verbigracia Lucero, con la excusa de que para algo es el experto en exobiología, que es lo mismo que decir que no, porque todo el mundo sabe que el muy maldito se encerró en mi camarote y no quiere salir por nada. No entiendo cómo es que nadie lo sacó de ahí y lo metió en el calabozo todavía, o en un frasco, porque, del calabozo, supongo que se puede escapar.

»La alternativa es esperar que la capitana decida que los demás estén listos para retomar sus actividades para que podamos salir todos juntos o, al menos, en grupos grandes. No puede esperar que yo me quede sentado, mirando por la ventanilla lo más tranquilo hasta que a ella se le ocurra que es el momento adecuado.

[Ruido de puerta que se abre y se cierra]

—Hola, amor. ¿Terminaste ya?

—No, no terminé.

—Hola, pa. ¿Y?

—¡Que no! ¡Déjenme en paz!

—Bueno, vamos a tomarnos algo al SUM. A ver si terminás de una vez y venís con nosotras.

[Ruido de puerta que se abre y se cierra]

—Ni en pedo. ¿En qué me había quedado? No la entiendo a esa pendeja. Me saca. Es la mejor química que conozco, pero no me hace caso. No entiende la enorme responsabilidad de ser el miembro de la familia más joven en llevar el apellido Viejobueno. Venimos de una larga tradición de científicos reconocidos, y ella no quiere reconocer la solemnidad de esta pertenencia. Anda por ahí haciéndose la graciosa y perdiendo el tiempo en aspirar los pasillos en lugar de reclamar el respeto que se merece. ¡Tiene dos másteres y está a medio camino de doctorarse, por el amor de Dios! Y encima tiene el tupé de llevarme la contra en todo. Si se entera de que pienso salir al depósito a la hora de dormir, es capaz de avisarle a la capitana para que me detenga. De Miriam no puedo esperar nada. Con esa costumbre que tiene de dárselas de ser la voz de la razón, lo único que estimo de ella, a esta altura, además de su disciplina y rigurosidad científica, es que es la única que aprecia mi brillantez. Pero tengo que hacer esto, ninguna de las dos...

[Ruido de puerta que se abre y se cierra]

—...puede saber que hoy voy a salir a explorar yo, que soy el único que tiene la cabeza fría como para...

—¿¡Que vas a salir!? ¿¡Pero vos estás loco!?

—No estoy loco. Necesitamos saber dónde estamos. La capitana...

—La capitana está trabajando por su cuenta, pa. En vez de planear boludeces, podrías ayudarla.

—Gran trabajo dar vueltas sobre las mismas lecturas una y otra vez. Lo que necesitamos es más información.

—De acuerdo.

—¿De acuerdo, qué?

—Vamos con vos.

—No vamos a dejar que vayas solo. Lo único que falta es que los androides esos turbios te secuestren para clonarte o algo por el estilo.

—¿Clonarme...? ¡Ja, ja, ja! Estás leyendo demasiada ciencia ficción, querida.

—Reíte si querés, pero tiene razón. Es mejor si vamos juntos, amor. Tres cabezas piensan mejor que una, por muy genial que sea.

—Odio admitirlo, pero tienen razón.

—¡Excelente! ¡Salida familiar!

El último viaje de la GorodischerWhere stories live. Discover now