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Lena Newell gruñó cuando contó la vigésima hoja de árbol que se sacaba del cabello y todavía no terminaba de sentir que traía un arbusto en la cabeza. Llevaba tres días caminando hacia Laitheras y seguía sin tener ninguna señal de la capital o de alguna persona, en realidad. Ésa era la misma razón por la que tuvo que dormir en el pasto y despertar con el bosque entero atorado en su cabello, se arrepintió de no habérselo trenzado desde la raíz hasta la punta cuando tuvo la oportunidad. Los cantos de las aves eran lo único que la hacían pensar que no estaba sola, silbó imitando a los pájaros y su estómago se encargó de recordarle lo vacío que estaba.

Pasó su mochila de cuero al frente para seguir caminando mientras buscaba las moras que había empacado, se llevó dos a la boca para calmar su hambre convenciéndose así misma que dos moras eran suficiente hasta llegar a Laitheras y comprar algo mejor allá. El jugo de las moras rojas salpicaron su camisa blanca y el color vino escurrió por sus dedos, un grito agudo resonó en su cabeza obligándola a apretar los ojos reviviendo la escena que presenció hace unas pocas noches. Tuvo que detenerse un momento antes de regresar a la realidad y continuar su camino con el peso de esos gritos sobre su espalda.

Extrajo de su mochila un mapa de Hermea y lo analizó masticando todavía la fruta que comenzaba a aburrirle, si entendía bien estaría viendo las torres del castillo de jade en menos de tres horas si mantenía su paso, tal vez hora y media si (por un milagro de Linnea) se encontraba con una carroza y gente amable que quisiera llevarla.

Guardó el mapa y quiso seguir silbando pero su garganta se encontraba seca, relamió sus labios secos y pegajosos por las moras que había comido. Se detuvo y miró hacia el interior del bosque, casi podía oír la corriente del río a su izquierda.

Si se desviaba del camino perdería tiempo valioso y era muy probable que terminara extraviada en el laberinto de troncos y plantas que conformaba al Bosque de Orlow, sin embargo poseía un mapa... Lena jugueteó con su trenza oscura sin saber qué hacer, entonces como si algún dios estuviera observándola, una lechuza pasó volando sobre su cabeza y se adentró en el bosque en dirección al río. No se molestó en pedirle otra señal al dios que la vigilaba y siguió al ave dejando el camino a sus espaldas.

Persiguió a la lechuza durante varios minutos a través de arbustos y flores sin detenerse. Iba tan rápido que los árboles a sus costados lucían como manchas, su corazón palpitaba acelerado mientras la lechuza volaba sobre ella saludándola desde lo alto. Lena le sonrió al animal y se tropezó con una roca que según ella se apareció de la nada.

Ignoró al raspón que se hizo en el tobillo izquierdo y sin despegar su vista de las plumas blancas moteadas siguió a la lechuza hasta que se detuvo en la rama de un cedro a unos cuantos metros del río cristalino que parecía invitarla a bañarse dentro de él.

No perdió más tiempo y se arrodilló junto al río para reunir agua entre sus manos y beberla con desesperación. Gimió de satisfacción cuando su lengua estuvo en contacto con algo más que con el jugo de moras y bayas. Lamentó no haber traído una cantimplora consigo, ya que era el agua más fresca que había probado y el que se atreviera a decir lo contrario era posiblemente un tonto.

Se contuvo de saborear el agua que escurría al costado de sus comisuras como un animal, no quería hacer sentir incómodo al dios que la invitó a beber.

Divisó su reflejo en el río sin poder evitar mirar las irises cafés en su rostro sudoroso y manchado con un poco de tierra, la gente del pueblo siempre le había dicho que tenía los mismos ojos de su madre. Una lágrima se resbaló por sus mejillas y Lena tuvo que ignorar el sonido de un grito masculino en su memoria antes de que ella se echara a llorar. Se lavó la cara desesperadamente, tomó un respiro hondo y prosiguió a revisar su raspón. La carne viva estaba a la vista y le ardió hasta los huesos cuando introdujo su pie al río para lavar la herida.

Heredera de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora