28

4K 430 43
                                    

Lady Cassia tomó la carta de las manos del guardia y trozó el sello familiar del cuervo dorado que pertenecía a su Casa. La que suele ser una perfecta caligrafía ahora se encontraba descuidada y débil como si lo hubieran escrito con urgencia, la chica de ojos ámbar tomó aire preparándose para leer lo que le habían enviado esta ocasión.

No le sorprendió descubrir que era otra carta por parte de su padre presionándola para que consiguiera el apoyo de Lord McAlsh que tanto les hacía falta. Su padre no se atrevería a poner ni un solo pie en el castillo hasta que Lady Cassia le estableciera un camino seguro para presentar el nuevo plan que tienen en mente para las minas de Quogos.

Sus cejas se alzaron al descubrir que esta vez la carta venía acompañada con información esencial para chantajear a Lord McAlsh en caso de que se negara a respaldar a su padre, una clara señal de que necesitaban al Lord de su lado urgentemente sin importar los medios. Negó con la cabeza mientras una sonrisa maliciosa se formaba en su rostro.

Desde hace días los cuervos de su familia habían estado llegando con escandalosas notas reveladoras que involucraban a varias personas importantes del Consejo, incluso poseía una carta sobre Lord Steirffall y sus sospechosas salidas del palacio por la madrugada.

Se abanicó el rostro con las hojas mientras la sonrisa se ensanchaba aún más en sus labios rojos. Vio satisfecha hacia la fuente de piedra negra en el centro del pequeño jardín en el corazón del castillo donde Lord McAlsh hablaba con el príncipe. Ambos lucían bastantes serios en la conversación por lo que Lady Cassia prefirió esperar su turno para platicar con el Lord.

—Hice lo que me pediste —reconoció la voz de su amigo de la infancia a sus espaldas.

—¿Y? —preguntó sin voltear—. ¿A dónde fue? —sus ojos color bronce no se despegaron del atractivo heredero quien ya tenía un semblante más amigable que el de hace un segundo mientras que Lord McAlsh tenía una cara aún peor.

—Dejó sus aposentos al rededor de las dos de la madrugada y se dirigió al bosque... armado, pensé que iba a cazar pero una vez ahí cambió de dirección y rodeó el área custodiada por la Guardia para escabullirse en la ciudad —Lady Cassia frunció el ceño al notar que no había terminado.

—¿Eso es todo? ¿No viste en dónde se metió? —espetó sobre su hombro.

—No, lo perdí entre las calles —la rubia tensó la mandíbula.

—Entonces lo seguirás otra vez cuando vuelva a salir, puedes irte —hizo un gesto desdeñoso con las manos mientras su mirada seguía clavada en los hombres de ropas finas.

—No puedo continuar con esto, Cass.

Ella inmediatamente se volteó desconcertada al oír tal declaración.

—¿Por qué razón? —se cruzó de brazos molesta—. ¿La panadería de tu familia ya no necesita la protección del ejército de mi padre? —hizo esa pregunta con una finalidad en específico, recordarle quién perdería más en esta situación.

—Tú más que nadie sabe que la necesitaremos hasta que la guerra termine —la rubia trató de no sonreír—. Además no es que no quiera seguir ayudándote, es sólo que mi ausencia se hace cada vez más notoria y está trayéndome problemas con mi superior —las flores en su armadura confesaron lo que él no se atrevió a decir.

Ahora la prefería a ella.

—Ya has tenido problemas con el Comandante Jolius y siempre lo he resuelto o... —hizo una pausa—. ¿No será que te cansaste de mentirle a Lady Kaya? —inquirió provocando que el pelirrojo desviara la mirada hacia el suelo avergonzado.

Heredera de CenizasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant