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Las noches ya comenzaban a ser más frías que de costumbre, anunciando que el otoño no estaba tan lejos de Morttland y que la capa veraniega que utilizaba a primeras horas del día pronto sería inservible para ser usada por las noches. El bosque lucía más sereno en comparación con la mañana, el canto de los pájaros fue remplazado por el ulular de los búhos y la luna alumbraba su camino en lugar del sol. Las sombras de los árboles podrían confundirla si se desconcentraba, el príncipe había escogido un sitio cerca del Río Sorey para que la bruma de las montañas los escondiera de los centinelas en las torres del palacio por lo que era una caminata de veinte minutos desde la Salida Norte de los pasadizos.

—Demoraste más esta ocasión —dijo el príncipe despegándose del tronco en el que estaba recargado—. ¿Te confundiste de camino? —se burló.

Lena sonrió ante esa referencia a su experiencia en el Bosque de Orlow, había una razón por la cual nunca llegó a ver las torres de Laitheras y era porque no sólo tuvo un mal sentido de orientación sino que también era una pésima interpretando mapas, pasó más de tres días dirigiéndose en línea recta hacia Heallven sin saberlo.

—Me tardé en hallar tu pestilencia, supongo que hoy sí te bañaste —contestó en el mismo tono juguetón provocando que riera.

Fionn se había estado esforzando por recuperar la confianza de la castaña durante las prácticas, le aconsejaba cómo utilizar su magia e incluso le enseñó varios caminos en los Pasadizos del León que conectaban con las habitaciones más importantes del castillo, desde los aposentos del príncipe hasta la Sala del Trono donde se acostumbraba celebrar eventos importantes como las coronaciones. Al principio Lena se comportó reacia a los chistes del heredero, de hecho, todavía había cosas en las que prefería no decir nada, sin embargo al cabo de una semana empezó a ceder un poco debido a que Fionn era el único que podría ayudarla y si quería aprender a controlar su magia tendría que mantener una buena relación con su instructor.

—Skandar y Freya estaban emocionados por los resultados de la misión de hace unos días —explicó acercándose a él—. Ganaron en menos de media hora desde que los hombres del general Colle llegaron a la meseta —comentó sin mucho entusiasmo, la guerra seguía sin fascinarle a la muchacha—. Esperamos por veinte minutos en la mesa a que aparecieras para celebrar el éxito del pelotón contigo, ¿dónde estabas? —ladeó la cabeza permitiendo que los rayos blancos acariciaran su mejilla derecha.

—En la oficina del rey —se sacudió las manos— Lord Eilgain está demandando una remuneración por la serpiente marina que aportó a la corona —Fionn negó con la cabeza dando a entender que era una ridiculez el reclamo del Lord.

Ella notó que el ánimo del príncipe había decaído un poco así que decidió no entrometerse.

—¿Estuviste practicando lo que te encargué? —Fionn retomó la conversación y ella asintió—. Muéstrame —solicitó retrocediendo un par de pasos.

Suspiró con pesadez y extendió sus dos manos frente a él, una flama estable apareció en la izquierda mientras que la derecha permaneció vacía, lentamente cerró la izquierda extinguiendo a la llama y, a su vez, en la derecha iba reapareciendo conforme sus dedos se cerraban en un puño.

—Perfecto —la felicitó Fionn acercándose a ella dando un par de aplausos.

—Repíteme para qué sirve que haga estos ejercicios —pidió cruzándose de brazos escéptica a la efectividad de las actividades impuestas por el príncipe.

—Te enseñará a controlar tu magia —contestó con amabilidad—. Debido a que aún no hallamos la piedra indicada para ti y la meditación no fue lo tuyo —Lena hizo una mueca al recordar el arbusto que incineró sin querer cuando intentó serenar su mente—, lo único que nos queda es ir moldeando tu magia hasta que ya no sea necesario preocuparnos por ella.

Heredera de CenizasWhere stories live. Discover now