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Alisó la falda de su vestido durazno antes de entrar a los aposentos del príncipe. La puerta fue cerrada a sus espaldas mediante un azote que la estremeció y dio un par de pasos mientras observaba a su alrededor.

La sala de estar estaba perfectamente en orden, no había rastros de comida o libros por ningún lado como hubo en los aposentos de la princesa Freya. Se atrevió a acercarse a un sillón ya que sus bordados la habían fascinado, apretó un cojín para sentir su suavidad y al segundo siguiente deseó tener uno igual.

Las puertas de la habitación del príncipe Fionn estaban abiertas por lo que la impecable cama de colchas rojas la invitaba a verificar su comodidad y quedarse dormida, cerró las puertas rápidamente o acabaría haciéndolo.

Distinguió un escritorio entre dos ventanales con balcón, se asomó en uno de ellos y se quedó perpleja ante la maravillosa vista de Heallven. Los aposentos de Fionn se encontraban en una de las torres del castillo, pensó que subir todas esas escaleras había sido un desperdicio de energía hasta que descubrió el privilegio de vivir en un lugar tan alto.

La ciudad entera podía ser admirada desde ahí, incluso se podían apreciar varios kilómetros del Río Sorey y hasta la última montaña que amurallaba el norte de la capital. Le costó unos minutos poder despegarse de tal magnífico cuadro y regresó adentro con la sensación de haber visto hasta el último rincón de La Ciudad de Hueso.

—Lena, qué oportuna —la voz de Fionn la sobresaltó y no le tomó mucho tiempo encontrarlo sentado sobre el respaldo de un sofá—. Justo estaba preguntándome cuando recibiría mi masaje de pies.

—He venido a devolver el libro y no haré nada más que eso por un tramposo —declaró caminando hacia él mientras el príncipe bajaba de un brinco para darle encuentro.

—Bueno, si no vas a cumplir con tu parte del trato al menos dime que lo leíste —se cruzó de brazos.

—Lo hice, y me decepcionó saber que te gusta una historia con una trama tan barata y predecible —respondió entregándole a Rosas en el Invierno y Fionn lo recibió con el ceño fruncido—. Debí haberlo cerrado desde el momento en el que supuse que Caitlyn iba a abandonar a Daniel por su mejor amigo —añadió provocando que el corazón del chico crujiera.

—¿Trama predecible y barata? —repitió indignado—. Es lo mejor escrito en la historia de Hermea —objetó pegando el libro contra su pecho, como si lo protegiera de las duras palabras de Lena.

—Si eso es lo mejor no quiero saber cómo es lo peor —replicó bajo su natural carácter impulsivo.

—Por tu propio bien voy a pretender que no escuché eso —pasó por el lado de Lena y colocó el libro sobre el escritorio.

—La verdad duele, príncipe —se burló con descaro.

Fionn consideró en si Lady Kaya debería pasar algunas horas en los calabozos sin embargo pensó en algo mejor.

—Si no te gusta el romance clásico, entonces puede que seas de las personas que se la viven leyendo novelas heroicas —dijo tomando otro libro de su escritorio, sólo que este era de pasta roja y lo extendió hacia la chica—. Seguro te gustará.

—Si lo leo y consideramos que es basura, no volveré a creer en tu palabra —advirtió risueña y lo tomó de entre sus manos.

—¿Consideramos? —preguntó con desconcierto.

—Sí, leo en voz alta para que Wilinthea pueda oír la historia también —explicó.

Heredera de CenizasWhere stories live. Discover now