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Lo único en la habitación que cortaba el silencio era el caudal de río que corría rápido colina abajo, la brisa fresca que entraba en la habitación se llevaba todos los aromas de la comida que Lady Cassia y Lady Kaya estaban compartiendo. Los ojos mieles de Cassia observaban detenidamente a la castaña frente a ella tratando de descifrar qué era lo que tanto había cautivado a Fionn y Freya; miró y miró y no entendió porqué ambos estaban tan fascinados con una chica que comía igual que los perros de caza. En su opinión, Lady Kaya carecía de postura; delicadeza; y control de sus extremidades, prácticamente estaba abalanzándose sobre el estofado de pato.

Levantó una ceja en el momento que descubrió una marca roja en su muñeca con la forma de una mano, Lady Kaya trató de recorrer la manga de su vestido discretamente para cubrirlo aunque ya no tenía sentido, Cassia ya lo había visto y descubriría qué hacía una bibliotecaria con un moretón tan grande. Su atención pasó a su cabello que estaba peinado de una manera tan sencilla y descuidada, no tenía ningún cosmético en su rostro y solamente usaba una gargantilla de oro como joyería. Su conclusión fue rápida, Lady Kaya no era una más que una chica simple.

—Recuérdeme, ¿de dónde viene, Lady Kaya? —pidió antes de cortar delicadamente un pedazo de carne, las pulseras de oro resplandecían en su muñeca con la luz amarilla de la tarde.

—Korell, está en las costas de Bankroft —respondió después de tragarse un bocado de ensalada, Cassia reconoció el esfuerzo que hizo por no hacer ruido al tragar.

—Creía que los Lords de Korell no habían tenido hijos —inquirió y distinguió que Lady Kaya sujetaba de manera incorrecta el tenedor.

—Es correcto, no tuvieron varones. Soy su única hija —habló llevándose un trozo del estofado a la boca—. ¿Más agua? —ofreció levantando la jarra, Cassia negó con la cabeza y permitió que se sirviera en silencio sin quitar la vista de la marca roja en su muñeca que parecía empezar a ponerse azul.

—¿Exactamente qué es lo que hace en la biblioteca? —preguntó sin titubeos.

La doncella de la castaña no tardaría en llegar del mandado al que la había enviado y no quería irse con poca información.

—Ordeno los libros, los sacudo y los leo —dijo animadamente—. ¿Qué más puedo hacer? —bromeó aunque no le causó gracia a la rubia.

—¿Y los libros le hicieron eso? —señaló con sus ojos el moretón en su muñeca. Lady Kaya se sonrojó y soltó sus cubiertos para poder tirar más de su manga.

—Me golpeé con el brazo de una silla, soy un poco torpe —excusó provocando que Cassia alzara una de sus cejas, por supuesto que no le creía.

—Ya veo... —se levantó de la mesa y se dirigió a la sala de estar con la castaña a unos pasos detrás de ella—. ¿Así fue cómo conoció al príncipe, entonces? —inquirió sentándose en el sillón más cercano a la ventana, el constante olor a lavanda que emanaba de la castaña ya la estaba mareando.

—No entiendo lo que... —Cassia rodó los ojos mientras la chica se posaba en el sillón frente a ella.

—Que si fue en sus momentos de torpeza cuando cayó en los brazos del heredero —la interrumpió con palabras afiladas.

Cassia ya estaba cansada del rol de niña inocente con el que Lady Kaya pensaba que la había engañado, pero a la rubia nada se le escapaba, supo que el guardia no se tropezó sino que ella lo empujó al suelo para poder entrar a escondidas... lo que no entendía era: ¿por qué tuvo que montar ese teatro? ¿Qué no quería que ella viera?

—Para su sorpresa, podría decirse que sí —replicó con más de esa inocencia falsa que la estaba enfermando—. Mis padres me enviaron hace dos meses a la Corte para demostrarle a la corona que los Lords de Korell, una de las familias nobles más influyentes en Bankroft, siguen siendo fieles a Morttland a pesar de los rumores que circulan por el continente —Cassia notó que la chica había escondido sus manos al cruzarse de brazos—. Para mi mala suerte, durante mi trayecto hacia acá unos vándalos atacaron mi caravana. Logré escapar durante el caos y terminé vagando por días en el Bosque de Orlow hasta que su Alteza me encontró medio muerta —explicó mientras los ojos mieles de la rubia trataban de encontrar algún indicio de deshonestidad—. No le deseo tal experiencia a nadie.

Heredera de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora