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La anciana llegó por la noche a regañarla y le avisó que no desayunaría al día siguiente, le dio un largo sermón sobre las consecuencias de desafiar la buena voluntad del príncipe heredero y que debería ser enviada a las mazmorras, sin embargo, la dicha de ver la cara de la vieja doncella cambiar por completo cuando Lena le dijo que la princesa la había invitado a sus aposentos fue suficiente para compensar el encierro que probablemente tendría durante los próximos días. No se permitió sentir miedo de ser arrojada a las mazmorras, de haberlo querido el príncipe ya lo habría hecho sin previo aviso. Te protegeré siempre. Esa había sido la promesa que le hizo a Lena desde el día uno, el príncipe heredero tenía fama de ser violento y un borracho pero no de ser un hombre sin palabra; aunque Lena supo reconocer que el interés que tuvo por ella hace una semana parecía haber desaparecido ya que no la había visto ni una sola vez después de ese encuentro. No pudo evitar preguntarse si de verdad iban a integrarla a la corte del castillo o si acaso las lecciones de protocolo eran una manera de mantenerla distraída, tranquila... y sumisa.

Se fue a dormir pensando en las posibles razones por las que el príncipe la mantenía en aquella habitación, a unos cuantos pasillos y escalones de distancia de sus aposentos pero continuaba sin visitarla. Bien le había aclarado que ella no le interesaba para usarla de manera sexual, ¿entonces para qué la necesitaba? La aparente ignorancia de la princesa Freya le confirmaba que esa información seguía siendo poseída por él y nadie más que él.

Estaba sentada en el balcón con las piernas colgando entre los barrotes repitiéndose una y otra vez la historia tediosa de Kaya Hanker, quien a su parecer tenía gustos de ancianas, Lena detestaba convertirse en alguien cuyo pasatiempo favorito fue...

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Estaba sentada en el balcón con las piernas colgando entre los barrotes repitiéndose una y otra vez la historia tediosa de Kaya Hanker, quien a su parecer tenía gustos de ancianas, Lena detestaba convertirse en alguien cuyo pasatiempo favorito fuera tejer... ¡Tejer! Incluso contar granos de arroz era más divertido.
Tarareaba una canción que había inventado para recordar mejor los detalles de Kaya cuando un carraspeo a sus espaldas la obligó a voltear, el general estaba recargado en el marco de la puerta de cristal con los brazos cruzados esperando a que Lena se levantara para hablar dentro, donde nadie corriera el riesgo de caer al vacío. Ella no se movió, al contrario, lo invitó a sentarse a su lado.

—Ahora comprendo porqué la señora Cok está volviéndose loca contigo.

Lena notó que esta vez el General Dankworth vestía más elegante, traía una camisa fina color hueso y una chaqueta azul oscuro con bordados plateados que iba a juego con los pantalones incluso estaba peinado y recién afeitado. Tuvo que recordar que era un hombre peligroso para convencerse de que no se veía guapo.

—No conozco a nadie con ese nombre —dijo y se volteó a ver a las nubes entre las montañas

—Wilinthea —aclaró.

La castaña soltó una risita al pensar en los corajes que hacía la anciana por su culpa, después sintió al General acercarse a ella y por la vista periférica vio como recargaba sus antebrazos en el barandal de ónix negro. Tuvo que luchar contra sus impulsos para no pararse a picotear sus bíceps marcados.

Heredera de CenizasWhere stories live. Discover now