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El príncipe Fionn salió al último de la sala del Consejo Real después de que su padre les permitiera retirarse a todos menos a su hermana, quien había solicitado una audiencia privada. Al príncipe no le daba buena espina que ella estuviera a solas con el rey, no después de leer la amenaza que le envió hace unos días. No reconoció de inmediato lo que Arkos significaba en su historia familiar pero al cabo de unas horas recordó la historia sobre los trillizos que pelearon por el trono de Morttland cinco generaciones atrás. Fue una masacre.

Fionn estaba al tanto de que no tenía de qué preocuparse, él era el primogénito y heredero legítimo a la corona. Los Lords en todos los reinos conquistados, inclusive su enemigo Lytios, sólo aceptarían su reclamo al trono como el auténtico porque así debía ser. Sin embargo, conocía la capacidad de su hermana para conseguir lo que quisiera y comenzaba a creer que ella sería capaz de acabar con la línea de sucesión si ella lograba convencer a su padre. Desconocía de dónde surgió ese repentino interés por reinar puesto que Freya nunca estuvo en contra de la coronación de Fionn, de hecho hasta hace un ciclo demandaba ser la encargada de la decoración del evento.

No obstante, el pasado no importaba ya, y si tenía que demostrarle al rey que él seguía siendo un digno heredero de la corona de Morttland lo haría sin dudarlo incluso si debía sentenciar a su propia hermana al exilio por traición.

La estrategia militar que el príncipe le propuso al monarca para arreglar su desliz en Lytios fue bien aceptada por el Consejo aunque tuvieron que atrasar la fecha de ataque puesto que recibieron una nota donde anónimamente les aseguraban que un general importante de la armada de Lytios estaría en la ciudad.

Una mujer ancha de cabello canoso que vestía con el uniforme de las doncellas apareció desde el otro lado del pasillo, Fionn tardó un poco en reconocerla pero finalmente dio con el nombre de la señora Cok. La vieja se detuvo frente a él logrando detenerlo, no era común que la servidumbre le hablara ya que iba en contra del protocolo.

—Su Alteza —hizo una reverencia mientras el príncipe seguía extrañado—. Un momento, por favor —pidió.

—Eres la mujer que cuida de Lady Kaya, ¿no es así? —ésta asintió—. ¿Todo bien?

La mujer volteó hacia ambos lados del corredor asegurándose de que estuvieran solos y metió las manos a los bolsillos de su delantal.

—Esto es suyo —murmuró y le enseñó dos papeles partidos por la mitad.

Los ojos de Fionn se abrieron más de lo normal al reconocer el sobre roto en una de sus manos, era la carta que le mandó a Lena la noche anterior. Desde hace una semana había estado enviándole notas donde expresaba sus más sinceras disculpas por su comportamiento y la invitaba a comentar otro libro sin embargo nunca recibió respuesta. Y ahora viendo las hojas rotas no le sorprendería descubrir que ni siquiera se tomó el tiempo de leerlas.

—¿La leíste? —la carta no decía nada malo pero era la prueba de su primer rechazo y tenía una reputación que mantener.

—No, su Alteza —negó con la cabeza mientras Fionn tomaba la carta.

—¿De casualidad sabes si ella la leyó? —hizo una mueca—. ¿Leyó cualquiera de las otras que le he enviado? —Fionn sabía la respuesta mucho antes de que la anciana se la dijera.

—No es la primera vez que encuentro cosas junto al fuego —comentó sacando un sobre más manchado con el ceniza de la leña.

El príncipe aceptó el papel y lo dobló junto con el otro, se desharía de eso después.

—¿Dónde está ella? —habló con un semblante serio y sintiendo como su chaqueta le apretaba cada vez más.

—Con el general Dankworth, Alteza —contestó de inmediato.

Heredera de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora