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Abrió los ojos pero todo era borroso.

Tenía frío.

Escuchaba varios ruidos pero no estaba segura de qué eran.

Quiso moverse pero algo duro se lo impedía.

Sus ojos se cerraron.

Sus ojos se cerraron

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Estaba sudando.

Hacía demasiado calor, necesitaba agua.

Medio abrió los ojos y esta vez una borrosa luz amarilla la lastimó, se quejó y de pronto sintió como algo frío le tocaba la frente.

No veía nada solamente manchas.

Su brazo izquierdo recibió un pinchazo y luego uno tras otro, no sabía ni dónde estaba pero aún así ella intentó apartar lo que la picaba, le dolía demasiado.

Otra vez voces se escucharon antes de que le tomaran las muñecas, Lena se sacudió como pudo en un intento por deshacerse del agarre sin embargo apareció un intenso olor a jengibre lo que extrañamente hizo sus movimientos lentos y torpes.

Unos ojos oscuros fue lo último que vio antes de que todo se pusiera negro otra vez.

Unos ojos oscuros fue lo último que vio antes de que todo se pusiera negro otra vez

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El canto de los risueñores la deleitó y una brisa fresca le acarició la mejilla. Admiró los diversos colores de aquel prado que veía desde que tenía memoria. Gritaron su nombre a lo lejos y se apresuró a sacudirse las manos para quitarse la tierra de ellas, el atardecer se acercaba y debía volver a casa.

—¡Lena! —gritaron nuevamente presionándola.

Se levantó del pasto con la canasta llena de flores y volteó hacia su casa antes de salir corriendo hacia su madre que la veía a lo lejos con las manos a la cintura. Ya era cerca de la hora de la cena y le había prometido ayudarle a cocinar.

—No tenías que ir tan lejos —le reprendió mientras Lena le entregaba las flores que había recogido.

—Sólo estaba a unos pasos del granero —rezongó la chica restándole importancia.

Su madre negó con la cabeza.

—No hablaba sobre eso —le colocó un mechón suelto de su trenza detrás de la oreja.

Lena la miró confundida. De pronto, la cena dejó de importar, las aves dejaron de cantar y la brisa se detuvo... parecía que no había nadie más en el mundo que ellas dos

—¿Qué quieres decir? —preguntó desconcertada.

Su madre colocó la canasta llena de flores sobre el piso antes de tomarla de las manos y ver a Lena directamente a los ojos.

—No tenías que haber hecho todo eso —dijo con un poco de tristeza sacudiendo sus manos.

Lena distinguió que los ojos de su madre se tornaron azules y sintió algo en sus manos, bajó la mirada y había sangre sobre ellas. Las mangas de su vestido también estaban manchadas y su falda estaba hecha tirones. La expresión de Lena cambió a una totalmente aterrorizada, y de repente una espada descansaba en una de sus manos esperando a ser utilizada otra vez. La muchacha la soltó de golpe e intentó limpiarse la sangre de las manos en el vestido pero no parecía funcionar por más que se tallara.

—Tú no eres esto—dijo su madre apretando sus manos nuevamente y todo rastro de sangre y violencia desapareció regresando a la normalidad.

—Te juro que no era mi intención fallarles, ni a ti y ni a papá —dijo al borde del llanto—. Pero nadie iba a detener a quien los... —no se atrevió a terminar de hablar y bajó la mirada—. Tiene que recibir su merecido.

—Mi niña... —le tomó la barbilla con dulzura y la obligó a encararla—. Mi pequeña lechuza —le miró con lástima y Lena se sintió pequeña—. Te esperan cosas mucho más grandes —le dio un toque a la punta de la nariz de Lena.

Lena abrazó a su madre tan fuerte que pudieron haberse vuelto una sola persona, no quería que desapareciera otra vez sin embargo así fue, sus brazos se quedaron vacíos y todo lo que la rodeaba desapareció junto con ella.

Lena abrazó a su madre tan fuerte que pudieron haberse vuelto una sola persona, no quería que desapareciera otra vez sin embargo así fue, sus brazos se quedaron vacíos y todo lo que la rodeaba desapareció junto con ella

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Skandar Dankworth vigilaba en silencio a la castaña desde el umbral del balcón con la luz del atardecer a su espalda. Se repetía una y otra vez que él no era responsable de este desastre pero una parte de su consciencia lo seguía acusando, tantos hubieras atorados en su cabeza torturándolo lentamente.

Llevaba toda la madrugada cuidándola y no se movería hasta que... Lena abrió los ojos.

Sonrió por acto reflejo lleno de alivio, su corazón se aceleró emocionado y se acercó a la cama rápidamente. Lena le miró e intentó hablar pero su garganta estaba seca, Skandar se apresuró a darle un vaso con agua y vio como ella daba un gran trago.

—Casa... —el general frunció el ceño—. Quiero ir a casa —la voz de Lena fue débil pero clara.

La sonrisa se esfumó.

La sonrisa se esfumó

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Heeeeey

Antes que nada muchas gracias por esperar pacientemente, sé lo que es querer saber la continuación de una historia sobre todo en un momento como en el que había dejado Heredera de Cenizas pero estoy de regreso, sé que no es el capítulo largo que esperaban pero creo que está bastante interesante.

Espero subir el siguiente capítulo mañana.

¿Qué opinan de lo que acaban de leer? Ya saben que leo todos los comentarios.

Los quiero❤️

Pd: se siente raro presionar el botón de publicar después de tanto tiempo lol

Heredera de CenizasWhere stories live. Discover now