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El mensaje del príncipe se desmoronaba sobre el fuego que Lena avivaba arrodillada frente a la chimenea. No podía dejarse engañar por lo que fuera que estuviera escrito en aquel papel, conocía la fama del heredero y también era consciente de que él diría lo que fuera para hacerla bajar su guardia; y es por eso que la nota que nunca leyó se estaba quemando a centímetros de ella.

La puerta de sus aposentos fue tocada un par de veces antes de que el cabello pelirrojo de su guardia se asomara y pidiera permiso para entrar. Lena le avisó que podía pasar sin moverse de donde estaba por miedo a que los dioses le hicieran una mala jugada y el guardia pudiera reconocer la letra del príncipe.

—¿Qué sucede, Henryk? —preguntó sobre su hombro.

—Las doncellas de la princesa encontraron una gargantilla que le pertenece a usted —respondió acercándose a la espalda de Lena.

Ella se llevó una mano al cuello e inesperadamente descubrió que se encontraba desnudo y en menos de un segundo se levantó de la alfombra para darle encuentro a Henryk.

—¿La tienes? —trató de no sonar desesperada pero dudó que lo consiguiera.

El collar era lo único que le quedaba para recordar a sus padres, ya había empezado a olvidar sus rostros y le aterraba la idea de que la memoria de la familia que alguna vez tuvo se desmoronara también del último miembro que podría recordarla.

—Sana y salva —respondió sonriente mientras abría su puño y le enseñaba el collar de plata en la palma de su mano.

—Gracias, Henryk —dijo en un suspiro y no esperó a que se fuera para colocárselo—. No me di cuenta del momento en el que se cayó —acarició la piedra roja.

—Tal vez fue durante las tres piruetas que dio, milady —comentó ganándose un ligero zape por parte de Lena.

—¿Nos vigilaste? —Henryk asintió nervioso—. Cuando estás de guardia se supone que veas hacia fuera de la habitación —reprochó cruzándose de brazos.

—Lo siento —dijo sobando su cabeza—. Es sólo que me preocupé desde que escuché cómo movían los muebles y cuando la princesa gritó reaccioné por instinto—explicó viendo hacia el suelo—. Si de algo sirve prometo que no he visto mejores acrobacias que las de usted —una sonrisa orgullosa apareció en el rostro de la chica olvidando por completo el incidente.

—Siendo honesta me sorprendió que pudiera dar tantas piruetas, ya tenía años que no las hacía —dijo con una falsa modestia—. Además la princesa tampoco se quedó atrás, es más flexible de lo que parece —agregó recordando la forma en que la espalda de Freya se dobló en un arco.

—Eso es porque recibió clases de las mejores contorsionistas, incluso algunas de ellas participaban en el carnaval del Kahelar —explicó logrando encender la curiosidad de Lena—. Ninguna se quedó tanto tiempo como la última, pero todas estuvieron lo suficiente como para enseñarle cosas magníficas.

—¿Qué es el Kahelar? —cuestionó con vergüenza.

Es cierto que la castaña vivió en un pueblo donde viajeros y comerciantes de todas partes reposaban una o dos noches pero no escuchó a ninguno de ellos hablar sobre dicho festival.

Henryk la observó como si estuviera cometiendo un crimen, el pelirrojo frunció el ceño confundido y se rascó la nuca incapaz de decidir la manera en la que debía actuar.

—¿No sabe qué es el Kahelar? —sus ojos verdes se agrandaron gradualmente al decir cada palabra.

—Por algo estoy preguntándote —obvió con una pizca de diversión y se sentó en el sillón de la sala de estar detrás de ella.

Heredera de CenizasWhere stories live. Discover now