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Lo que había empezado como un día soleado de otoño se transformó en uno nublado y con fuertes vientos. Lena sintió pena por el par de guardias de pie afuera de la boutique, consideró en llevarles algún bocadillo pero eso sólo atraería atención de los nobles que transitaban la calle y le convenía no generar más interés por el carruaje real del que ya había.

—Lady Kaya... —pronunció la warkli sentada en el sillón frente a ella sacándola de sus pensamientos.

—¿Hmm?

—No has dado ni un sólo bocado al pastel, ¿eres alérgica?

Lena sabía que a la pelirroja no le interesaba en absoluto su salud, Madam Corisande se estaba burlando de ella tal y como un gato que juguetea con su presa antes de comérsela.

—No tengo apetito, una disculpa —se limitó a decir mientras recibía el vapor de su té en la nariz.

La mujer metió un dedo a su taza para darle vueltas al té, luego lamió su dedo meñique y prosiguió a darle un trago a la taza.

—Eres la segunda persona que acompaña a la princesa a sus... —ladeó la cabeza y sonrió— citas—. Debe confiar demasiado en ti—sus ojos verdes arañaron los de Lena.

—Lo hace —aseguró dándole un sorbo a su quinta taza de té.

—Es interesante —dijo colocando su taza sobre la mesa de centro—. La princesa Freya normalmente trata a la gente con la punta del pie, ¿qué te hace diferente? —cuestionó sirviéndose más del té de jazmín.

Lena esperó hasta que la warkli recargara su espalda de nuevo en el sillón para responder.

—Supongo que le agrado a la princesa por la misma razón que le agradas tú —dijo fijando su vista en su cuello, no quería ofenderla al ver sus cicatrices por más de dos segundos.

—¿Y cuál crees que sea? —levantó una ceja.

Lena no tuvo que pensar la respuesta.

—No somos como los demás.

La pelirroja sonrió ampliamente.

—Concuerdo con eso —asintió—. Una proxeneta burguesa, una contorsionista de festival y una lady que de noble sólo tiene el nombre son los ingredientes perfectos para un buen entretenimiento exótico —comentó divertida e incluso rió un poco.

—¿Conociste a Mystan? —preguntó apenas Madam Corisande terminó de hablar.

Madam Corisande distinguió su interés por la contorsionista y extrañamente le contestó con un buen humor.

—Era una de mis clientes favoritas, siempre pagaba de contado y en oro —comentó poniendo la taza sobre la mesa de centro—. ¿Dónde oíste de ella?

La castaña decidió poner a prueba su suerte y hacer un movimiento arriesgado.

—En el castillo hablan de lo que sea para pasar el rato —Lena terminó su taza de té—. Te sorprendería las cosas que uno llega a escuchar, sobre todo trabajando como doncella común —los ojos verdes se encontraron con los de ella.

—Habías dicho que eres una Lady, ¿acaso los reyes te pusieron a tender camas? —se cruzó de brazos.

—Dioses, no —negó con la cabeza—. Mi línea de sangre me salvó de esa aunque no de sacudir libros —la pelirroja sonrió—. Sin embargo, hay muchos secretos extraños que oigo en los pasillos de la Biblioteca Real.

Heredera de CenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora