41

4.4K 368 145
                                    

La Madriguera era un gigantesco edificio que a pesar de ser blanco, como el resto de la ciudad, su fachada iniciaba a volverse grisácea y descuidada. Las ventanas estaban selladas con tablas de madera que no permitían distinguir si tan siquiera había una vela encendida en el interior, además de que el olor a pescado del embarcadero quedaba totalmente ofuscado por la pestilencia a humedad que despedía la guarida de los menacs.

No había indicios de ni una sola alma en la calle o dentro de La Madriguera, su única acompañante era la luna que ya empezaba a desaparecer tras las espesas nubes de lluvia. Lena ordenó sus prioridades y se concentró en mantenerse alerta e ignorar las constantes súplicas de su nariz por alejarse de ahí antes de que su sentido del olfato se atrofiara para siempre.

Se detuvieron frente a la puerta de madera vieja de la entrada y el rubio no tuvo que tocarla para que alguien la abriera; una menuda chica de ojeras marcadas les recibió con poco ánimo aunque su ceño se frunció cuando detectó las heridas del menac antes de reconocer el aroma de la castaña.

La chica le gruñó y su mano corrió hacia el mango del cuchillo que colgaba en su cadera provocando que Lena retrocediera por inercia sin embargo el menac detuvo a la agresora antes de que lograra empuñar el arma contra la castaña.

—¿Qué haces, Keon? —se quejó forcejando el cuchillo con él—. ¡Ella mató a mi hermano! —replicó furiosa—. ¡Y mírate! —la menac de cabello negro ganó terreno causando que Lena buscara la daga bajo su manga—. ¡Puedo oler el rastro de sus manos en tu piel quemada!

—¡Contrólate, Reika! —demandó Keon en un grito—. ¡Yo la invité!

La muchacha de ojos púrpuras se desconcertó completamente al oír tal declaración por lo que Keon aprovechó su distracción y le arrebató el arma antes de aventar a Reika de espaldas contra la puerta que crujió al recibir el impacto.

Lena se sorprendió de la fuerza y rapidez con la que Keon reaccionó a pesar de haber chillado previamente en el callejón cuando lo quemó, se suponía que las llagas debían dolerle lo suficiente como para sentir que el corazón mismo se le saldría por ellas.

La menac luchó contra el brazo de Keon que la mantenía pegada a la puerta, Lena no pudo evitar hacer la comparación entre ella y un animal salvaje. Reika logró zafarse del agarre de Keon dispuesta a arrancarle la cabeza a Lena, no obstante, los ojos púrpuras del rubio brillaron en un aro blanco de contorno violeta y los de la chica se prendieron en un vibrante morado oscuro, después Reika se quedó inmóvil por un instante y bajó el mentón apenada por haberse atrevido a retar a su alfa.

Lena había leído en los libros de la Biblioteca Real sobre aquel poder. Las jaurías de menacs se regían bajo los niveles establecidos por los colores de sus ojos; y a la cabeza estaban los ojos blancos únicos del alfa.

—Tu hermano fue un idiota que trazó su propia muerte al desobedecer mis órdenes —dijo molesto y colocó la daga en el abdomen de la muchacha—. Y tú serás la siguiente si no te tranquilizas —oprimió un poco el filo en la carne de Reika, luego envainó el arma en la funda de su dueña—. Busca a Dastan, y llévalo a La Arena principal, rápido —la chica asintió cabizbaja.

Los ojos púrpuras de Reika le dedicaron una última ola de resentimiento y odio puro a Lena antes de desaparecer en la penumbra del interior de La Madriguera.

—¿La Arena? —inquirió la castaña al reconocer ése término mientras que Keon examinaba la puerta.

Rascó un poco la madera en el punto donde había crujido e ingresó en La Madriguera.

—Es como... —volteó a verla sobre su hombro— nuestra Sala del Consejo —hizo un movimiento de cabeza para invitarla a pasar.

Lena se adentró en el lugar que parecía estar cayéndose a pedazos y que daba pinta de haber sido una lujosa mansión demasiados ciclos atrás, sin embargo, ahora gracias a la poca luz del exterior fue capaz de distinguir que la alfombra roja del lugar se hallaba sucia, rota y mordisqueada en algunos puntos; sin mencionar lo roídas que estaban las bases de las dos escaleras a los costados que la recibían en la entrada.

Heredera de CenizasWhere stories live. Discover now