Capítulo 10:

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Pauline y yo no hablamos durante el procedimiento. Tampoco lo hacemos después de que un médico le da las indicaciones de mantenerse en casa, con alguien cuidando de ella, y algunos suplementos vitamínicos y de hierro. Entramos en mi auto en silencio. Aunque estoy molesta con ella por arrastrarme a esta situación tan incómoda sin mi consentimiento y sin previo aviso, puesto que Pauline necesitaba que alguien estuviera con ella durante el procedimiento para poder realizárselo, un requisito imprescindible de la clínica en el caso de presentarse alguna emergencia, la profunda tristeza en sus ojos marrones y las gruesas lagrimas deslizándose por sus mejillas no me lo permiten, lo que confirma mi idea de que sus razones para haber hecho esto son realmente serias. Ella no está aquí, conmigo, justo ahora.

Tras unos segundos en los que ninguna de las dos hace o dice nada, limitándonos a contemplar los deteriorados edificios del otro lado de la calle, enciendo el motor y nos pongo en marcha.

*****

No había manera alguna en la que la llevara a mi casa, no cuando el aroma de su esposo puede continuar en mis sábanas, por lo que me dirijo a un bonito hotel en el centro de Austin. Dejarla en un sitio en el que esté Tanner suena como una acción casi inhumana ahora mismo. Su rostro se llena de alivio cuando me ve entrar en el estacionamiento subterráneo del lugar, por lo que continúo adelante con mi decisión entregándole mi tarjeta de crédito a la recepcionista. Nos asignan una bonita suite de paredes tapizadas en flores y cama de sábanas de seda gris en uno de los niveles superiores. Pauline se dirige al baño a penas entramos, encerrándose en él, y abre la ducha, por lo que tomo las llaves y vuelvo a bajar para dirigirme a la boutique que vi al llegar. Tomo un par de pijamas para ambas, ropa interior, pantuflas y un cambio de ropa para mañana, orgullosa conmigo misma de recordar su talla. También chocolates, una botella de vodka y velas aromáticas de vainilla. Un encendedor. Tras pagar me acerco a la recepción y pido una pizza extra grande, lo único que solíamos comer en la universidad. Ya en la habitación sus ojos hinchados por el llanto se entrecierran cuando me sonríe al tenderle su bolsa con ropa. La toma sin que tenga que insistir.

─Gracias ─susurra a la vez que aprieta la toalla blanca del hotel contra su cuerpo, muerta del frío, a lo que ajusto la calefacción.

─No hay de qué. ─Mientras Pauline se cambia, rodeo las dos camas matrimoniales de velas y las enciendo. Una vez la vainilla llena mi nariz, me siento mejor. Espero que Pauline también. Abro un paquete de chocolates con galleta dentro y se lo acerco tras llevar una de las bolitas a mi boca─. Vamos. Te hará sentir mejor.

Ella, sentada en el borde de su colchón, mira hacia sus manos en lugar de a mí. Bajo la bolsa cuando me doy cuenta de que no la tomará. Sus hombros están a un segundo de sacudirse. Quiere llorar otra vez. Me siento a su lado y me limito a contemplar la vista de Austin que ofrece el ventanal de nuestra suite en un piso treinta, puesto que no tengo nada que decirle ya que nunca he atravesado una situación similar ni espero hacerlo. Lo que está ante nosotras es impresionante. Con las cortinas corridas somos capaces de ver el atardecer desaparecer entre los edificios.

─Ni siquiera sé cómo puedes verme ─dice─. Soy una terrible persona. ─Gira lentamente su rostro hacia mí─. Merezco ir al infierno por lo que hice, Savannah, porque no... no me arrepiento.

─Serías una terrible persona si no tuvieras buenas razones para haberlo hecho ─respondo mientras quito un mechón de cabello rubio y empapado de su frente─. Y sé que las tienes, Pauline.

Su barbilla tiembla.

─Todavía así seguí tomando una decisión que solo le corresponde a Dios ─replica─. Si mis padres alguna vez se enteran, si la gente a la que quiero lo hace, se decepcionarán de mí. No es así como fui criada. ─Traga audiblemente─. Pero no podía pasar por lo mismo por lo que ellos pasaron. Tanner no lo entiende, pero yo sí. No puedo ver como alguien que amo se desvanece otra vez ante mis ojos. No de nuevo. ─Hace una pausa en la que toma una honda bocanada de aire─. Tanto mis padres como yo somos portadores del gen de fibrosis quística, pero mi hermana menor la padece. Ella está muriendo. Es la razón por la que no nos fuimos a vivir cerca de ellos cuando terminé la universidad. Por la que al final nos quedamos aquí. No soporto la idea de ver cada día cómo se va. Ya es lo suficientemente malo cuando los visito. Nunca he sido buena ocultando el dolor que su enfermedad me produce y eso solo lo hace peor para ella y para su condición. ─Mi corazón se aprieta con fuerza dentro de mi pecho. Sabía que Pauline tenía una hermana en casa, que su salud era delicada, pero no que estuviera muriendo. El que no lo supiera solo es una evidencia más de que sea lo que seamos ahora, no somos amigas. Pero tampoco puedo dejarla sola─. Nunca quise contarte porque estaba feliz de haber obtenido una vida libre de tragedia y drama. Lo siento. ─Niego, restándole importancia al asunto. Nuevamente respira con profundidad, sus parpados presionándose con fuerza contra sí mismos, sus pestañas mojadas, antes de continuar─. Tanner también es portador y ya nos hemos hecho estudios que dicen que las posibilidades de que nuestro hijo nazca con fibrosis son altas. Desde entonces estoy en control de la natalidad, acordamos que lo mejor para nosotros es adoptar, pero esta es la segunda vez que mi método anticonceptivo falla. No sabes lo horrible que es no poder darle lo que más quieres a la persona que amas. Oírla rogarte que no lo hagas, que asumirá el reto, pero él no sabe lo que es realmente el reto. Su corazón se romperá en el momento en el que lo entienda. Yo no quiero que pase. Si tengo que quedar como la mala para impedirlo, lo haré. No quiero que ninguno de los dos pase por eso. No puedo ver esto rompernos.

Tanner Reed © (Impostores #1) EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now