Capítulo 34:

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Los trabajadores vienen al ático para cumplir jornada hasta el mediodía, pero después de eso sigue siendo solo para nosotros. Tanner se encarga de supervisarlos mientras yo me quedo en su cama, viendo películas y comiendo galletas que trajo del supermercado por la mañana, además de otras cosas para su refrigerador y la despensa. Oreos de todos los sabores que mezclo con helado. Cuando termino con ellas y con una maratón de películas que incluye Juegos sexuales, una de mis favoritas, es la hora del almuerzo y finalmente se une a mí. Lleva pantalones oscuros y una sencilla camisa negra arremangada. Tras mirarme desde el umbral de la puerta por un momento, sus labios en una curvatura hacia abajo que simboliza una mueca divertida, se acerca y se inclina sobre mí. Por un momento creo que va a besarme, pero suspiro cuando me quita exceso de helado del rostro con el pulgar y lo degusta en su boca mientras se aleja. Para no ser un fanático de mis galletas favoritas, parece complacido con el sabor. Aunque mi cuerpo está herido, no puedo evitar quererlo una y otra vez hasta que no quede nada de ninguno de nosotros ya que sé que aunque no lo demuestre como yo, cada vez cae más profundo en el agujero negro que me acusó de ser una vez.

Es como estarlo viendo salir de su caparazón, de su disfraz.

Ser la persona que en realidad es.

─¿Sigues sin poder moverte? ─pregunta, sonando preocupado y satisfecho en partes iguales ya que logró lo que ambos queríamos anoche: que caminara como un pato al día siguiente, suponiendo que pueda caminar ya que no lo he intentado porque el solo hecho de cambiar de posición me lastima.

Mi sonrisa se deshace, mis mejillas volviéndose calientes.

─Sí ─respondo─. Todavía me duele.

Creo que esta vez fui demasiado lejos con mi apetito sexual al no preparar mi cuerpo para la intromisión de Tanner, por no mencionar el hecho de que es grande y agresivo, conmigo, por naturaleza. Si pudiera retroceder en el tiempo para ponerme más lubricante o usar una de esas bonitas colas de gatito por un par de horas, lo haría. Si pudiera darle cualquier consejo útil a una chica, además de no enamorarse del novio de alguien más, sería no tener sexo anal sin la debida preparación. Él al menos tiene la decencia de fingir sentirse culpable cuando llevo mis ojos nuevamente a su rostro, ya que, como siempre, no puedo evitar recorrerlo de pies a cabeza y disfrutar de la vista. Tampoco regodearme del hecho de que ahora sea mío.

Dios.

Soy terriblemente masoquista por desear más en este estado.

Empiezo a preguntarme si tiene razón con respecto a mi sexualidad. Si el hecho de haber perdido la virginidad cómo lo hice y a una edad tan temprana desató en mí algo extraño. Como si supiera qué pasa por mi mente, al menos mi apetito de él, su mueca se convierte en una sonrisa egocéntrica. Quiero golpearlo, pero también quiero montarlo hasta borrarla de su rostro y satisfacerlo de una manera que lo dejará igual de dolorido que yo.

Tal vez más tarde, cuando me sienta mejor.

─Bien, entonces transferiré nuestros planes de hoy a mañana ─dictamina.

Mis cejas se unen.

No sabía que quisiera hacer algo más que estar aquí, escondidos.

Porque hasta que no sea libre ante la ley, soy su sucio secreto.

Me cuesta imaginarlo estando bien con la opinión de los demás ante ello si salimos y se hace evidente el hecho de que Pauline no es la única en su vida.

─¿Qué planes?

Tanner simplemente ignora mi pregunta y se marcha de la habitación, dejándome con la intriga. Me trago un jadeo, varios, en realidad, pero finalmente me incorporo y me bajo de la cama. Estoy usando un cómodo pijama lila de algodón de pantalones cortos y top suelto que trajo de mi casa, junto con ropa para pasar un par de días. Bajo los escalones de la escalera de cristal lentamente y camino despacio en dirección a la cocina, embelesada con la imagen de él adornando con vegetales y condimentando con especias un pollo entero en una bandeja anti adherente. Su gesto es de profunda concentración hasta que me escucha acercarme, pero vuelve a lo que está haciendo después de echarme un rápido vistazo. Sonríe cuando me quejo al sentarme en uno de los taburetes altos frente al mesón de mármol blanco en el que trabaja.

Tanner Reed © (Impostores #1) EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now