Capítulo 21:

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Mis padres regresan a Austin por la tarde. Antes de irse almorzamos juntos y paseamos por el centro comercial, dónde insisten en comprarme algunas cosas para hacerme sentir mejor. Es su manera de levantarme el ánimo. Usualmente funcionaría, pero estoy preocupada. Preocupada por cómo haré en siete días lo que hice en meses. Preocupada por Tanner y Pauline. Preocupada por Faith, a quién despidieron de la seguridad del campus y perdió, con ello, quizás el único trabajo que le permitía estar en los últimos semestres de arquitectura y costear la carrera al mismo tiempo. Nuestra profesión es exigente. Amerita mucho tiempo libre y la compra de muchos materiales. Me siento mal por ella. Si pudiera retroceder en el pasado y no lanzar esa cerilla, lo haría solo por no arrastrarla a ella y a Tanner conmigo al abismo.

De camino a mi habitación en el dormitorio, siento muchos pares de ojos sobre mí, pero los ignoro con éxito, concentrándome en el peso de las bolsas con mis compras. Dentro de ella siento alivio al no ver a Pauline por ningún sitio ya que pasará unos días con su familia en su pueblo natal por razones que me son desconocidas, pero que deben valer inasistencias. No estoy lista para darle explicaciones de ningún tipo sobre por qué su novio y yo terminamos en la cárcel o por qué se arriesgó por mí cuando ni yo misma sé las repuestas a esas preguntas.

Dejando de lado el tema de Tanner, si quiero tener alguna posibilidad de quedar entre los finalistas del concurso, al menos, debo ponerme manos a la obra con los planos cuanto antes, por lo que me doy una rápida ducha caliente y entro en una pijama de seda negra y me siento tras mi antiguo escritorio con mi cabello mojado envuelto en una toalla, puesto que no puedo arriesgarme a que salpique el papel en el que estoy trabajando haciendo un bosquejo de lo que ya tenía preparado y listo para presentar.

No puedo evitar hacer un montón de bolas de papel en mi mano, con hirviente ira, cuando a pesar de lo mucho que lo intento, no obtengo los mismos resultados de lo que perdí. Recuerdo las características del edificio que dibujé en su mayor parte, pero no todos los detalles y la ausencia de alguno de ellos cuando termino con uno de mis dibujos me frustra. Cada vez que los plasmo de nuevo, siempre hay uno que falta y me obliga a iniciar desde cero. A la medianoche, ya no lo resisto más. Me levanto, tomo un abrigo de mi armario y me dirijo a Rusty's en mi auto. Cuando entro en el establecimiento, me dirijo inmediatamente a la barra. En el camino y mientras pido un chocolate caliente con crema batida, hago hasta lo imposible por ignorar a las personas que me observan y no precisamente por mi forma de vestir. No puedo evitar girar el rostro hacia ellos, sin embargo, cuando voy a uno de los reservados con mi bebida y un cupcake con chispas de colores en la mano.

─Puta ─dice uno de los integrantes del equipo de fútbol, haciendo que me detenga abruptamente, y al instante estoy lista para girar mi vaso con chocolate hirviente sobre él, pero una inesperada voz tras de mí me detiene.

─No vale la pena, Sav.

Con las mejillas sonrojadas, contemplo con los ojos entrecerrados al tipo rubio, del grupo de enfermos que apoyan a Gordon, que me insultó antes de girarme para ver a Ibor, quién se encontraba tras de mí. Con mechones de cabello dorado cayendo sobre su frente, se ve adorable con las manos en los bolsillos de sus pantalones vaqueros y un suéter vinotinto. Lleva zapatillas. Tierno, por lo menos para mí, ya que el idiota no piensa lo mismo. Tras recibir una mala mirada del defensa de los Longhorns, se levanta del reservado con sus amigos y se marcha de la cafetería sin mirar atrás, claramente afectado por su presencia protectora a mi favor.

Le sonrío.

─Para no amar la violencia, eres alguien bastante intimidante.

Una sonrisa dulce aparece en su rostro de expresión momentáneamente seria, la misma con la que juega.

Tanner Reed © (Impostores #1) EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now