Capítulo 11:

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Tanner me debe haber escuchado caminar tras de él, puesto que no parece en lo absoluto sorprendido cuando tomo la manija de su puerta y entro en su camioneta. Es alta. Yo también lo soy, pero aun así tengo que tomarme mi tiempo para subir. Una vez estoy dentro, con el cinturón abrochado, enciende el motor con la mandíbula apretada. Algo me dice que a pesar de su insistencia, no esperaba que viniera. Que tampoco se encuentra feliz por ello.

El ambiente es tenso y silencioso, por lo que enciendo la radio. Mis mejillas se sonrojan, pero mis labios se curvan ampliamente hacia arriba, al escuchar la sucia letra de Or Nah en la radio. Le subo el volumen mientras tatareo mirando por la ventana. Si estuviéramos ya en la fiesta, estaría bailándola en el regazo de alguien. No necesariamente un chico. Me encanta su suciedad.

─¿A dónde vamos? ─le pregunto con la frente arrugada cuando pasamos el desvío a su fraternidad, tomando el cruce contrario.

─Por provisiones ─responde por lo bajo, enojado.

Ya acostumbrada a su mal humor, pero en lo absoluto sin dejarme llevar por él, levanto una ceja cuando nos estacionamos frente al mini market en una gasolinera y rodea la camioneta para abrir mi puerta cuando ve que no estoy bajándome de ella. Después de que me obligaran a mudarme, puede ser un imbécil con Pauline todo lo que quiera. Yo quiero solo palabras amables.

Al menos una vez.

─¿Savannah? ─Tanner luce como si estuviera lidiando con un niño imposible, lo cual bien podría ser cierto, y como si en cualquier momento pudiera perder la paciencia─. ¿Te bajas?

Niego.

─Te espero aquí.

─Son las nueve malditas de la noche ─gruñe─. Un psicópata podría venir y fastidiarte mientras estoy dentro. Por favor, baja.

─No.

─Savannah...

Me cruzo de brazos.

─No. Me quedo aquí.

Tanner suelta un dramático suspiro.

─Bien, pero enciende el aire acondicionado, mantén los vidrios arriba y no salgas. ─Dice mientras me lanza las llaves, a lo que un cosquilleo de emoción recorre mi nuca─. Y no hagas nada estúpido, como, por ejemplo, robarte mi camioneta. Tiene GPS.

No voy a mentir, la idea pasó por mi mente, pero no soy una ladrona. O, al menos, no lo era hasta que insinuó que podría serlo. Tanner se da la vuelta para entrar en la tienda. Incorporándome sobre el pisa pies exterior, le grito por encima de la puerta, lo que hace que tenga que girar el rostro hacia mí de camino a la tienda.

─¡Quiero un six pack de smirnoffs de manzana verde y chicle!

No espero ninguna respuesta de él. En su lugar me pongo de nuevo sobre mi asiento y hago lo que me dijo. Ya que no es necesario encender el motor para que el aire acondicionado funcione, no lo hago de inmediato. Disfruto de un par de canciones en la radio hasta que lo veo desaparecer en los pasillos del fondo, puesto que la tienda no es tan grande y está hecha de ventanales de cristal. Es en ese momento que me traslado a su asiento y el motor cobra vida. Para el momento en el que Tanner se da cuenta, es demasiado tarde. Ya estoy retrocediendo y encaminándome hacia la carretera. Lo observo correr hacia el estacionamiento con una sonrisa permanente en el rostro que luego se transforma en risa. Nunca me he vengado de él, esto está lejos de ser suficiente en comparación a lo mal que la he pasado, pero es un buen golpe.

*****

Cuando llego a su fraternidad me estaciono en el césped de la entrada, el único sitio disponible en el que sé que no chocaré con nadie entrando en él. Las personas me miran con las cejas arriba cuando me encamino a la casa. Sus ojos recorren mi cuerpo con enojo y excitación, un eco de los sentimientos de Tanner al verme. El hecho de que esté apoyando al equipo contrario no significa que no me vea bien. La atención que recibo aumenta cuando me deshago de mi abrigo, revelando mi pequeño top blanco y las cadenas, y empiezo a bailar en el centro de la sala llena de estudiantes con una espumosa cerveza de barril en la mano.

Tanner Reed © (Impostores #1) EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now