Capítulo 40:

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Ya en Austin, lo primero que hago es decirle a Tanner que me deje en casa. No quiero estar a solas con él y menos en un sitio sin testigos, lo que me recuerda a la rapidez con la que Pauline se fue de la ciudad luego actuar a sus espaldas. Mi corazón va rápido y puedo sentir el pulso palpitando en mi cuello debido al miedo que su actitud silenciosa me genera. Si pensé que lo había visto molesto antes, no tenía ni idea de lo que era ser el objetivo de su ira hasta ahora. A pesar de que su mandíbula apretada a penas permite que lo entienda, haciéndome temer por su salud dental, descifro lo que dice.

Es simple y sin deseo a réplicas.

─No.

Presiono mis labios juntos, optando por mirar por la ventana mientras conducimos por las calles de edificios altos, en su mayoría hechos de cristal y metal, y por las curvas de la carretera en las colinas que debemos recorrer para llegar a Travis Country. Mis dedos se hunden en el asiento de cuero italiano del deportivo de Tanner cuando en lugar de seguir con nuestro camino hacia su ático, descendemos a las casas cerca del lago en una dirección opuesta a dónde se encuentra el terreno que me compró.

A su hogar con Pauline.

No puede ser.

No.

Pero por más que la lógica me lleve a pensar que Tanner nunca sería capaz de llevarme a su vieja casa para lastimarme ya que prácticamente soy lo único que tiene para sentirse mejor, su refugio, como él mismo mencionó, la manera en la que me ve me dice lo contrario. Mientras conduce me echa rápidos vistazos llenos de sadismo que me hacen estremecer ya que así es cómo se ve cuando algo oscuro le causa satisfacción, como romperme el culo, solo que en esta ocasión estoy segura de que no encontraré placer de ningún tipo en lo que sea que haya preparado para mí durante el camino.

Intento tomar el freno de mano entre nosotros antes de que hagamos el cruce que lleva al sendero con acceso al estacionamiento de su casa sin medir las consecuencias de lo que eso podría significar, pero él aparta mi mano y acelera aún más. Tanto que para no estrellarnos contra la fuente de piedras importadas en la entrada debe pisar el pedal de freno hasta el fondo, ocasionando que nuestros cuerpos se disparen hacia delante. Para ese entonces no hay aire en mis pulmones y mi corazón duele. Tomo una honda bocanada de oxígeno antes de girarme hacia él y traer su atención a mí golpeándolo un par de veces en el hombro con los puños cerrados.

Estoy segura de que ni siquiera lo siente, pero necesito desquitarme, deshacerme de la emoción que a penas me deja respirar, y él es el objetivo más cercano y, aún peor, el causante de que casi haya muerto.

Ni siquiera me aleja, mirando hacia al frente con la mandíbula apretada.

Suelto un sonido lleno de exasperación.

─¡Tanner! ─grito, desabrochándome el cinturón antes de saltar fuera del auto, tan enojada y asustada que mis rodillas han empezado a temblar. Mi barbilla también. Mi tono de voz, por suerte, se mantiene alto y claro─. Te dije que si querías matarte, tuvieras la decencia de no llevarme contigo. ─Sin inmutarse por lo que acaba de pasar, ni por mi actitud, se acerca a mí con expresión vacía y envuelve su mano alrededor de mi antebrazo. El regocijo ha desaparecido de su rostro, siendo suplantado por una fría determinación. Sus ojos oscuros se encuentran muertos. Desprovistos de emoción─. No quiero estar aquí. Odio esta casa ─siseo mientras tiro de mi extremidad para liberarla de su agarre, lo cual ocasiona que me tome en brazos y me coloque sobre su hombro como si solo fuera un saco de algo que quiere transportar y no un ser humano─. Tanner ─susurro, mis ojos llenos de lágrimas, cuando abre la puerta principal con su mano libre y nos empuja dentro. Lanza las llaves en la elegante mesita a un lateral antes de proseguir. Su mayordomo no está aquí─. Vámonos. Te prometo que si lo hacemos, entenderé que esto es solo uno de tus ataques maníacos, pero si nos quedamos...

Tanner Reed © (Impostores #1) EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now