Corazones Rotos

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Loryann

Era la segunda vez que el entrenador Parker, que era uno de los chaperones en el baile, nos llamaba la atención. Y la madre de Alex se acercó a nosotros.

—Esta bien chicos. Vayan a bailar.

—Y así nos podrás vigilar —replicó Alex a su madre que se limitó a encogerse de hombros.

Yo acepté encantada, porque ya iban dos horas y no habíamos bailado. Así que tiré de mi chico por la manga de su traje y corrimos al centro de la cancha convertida en pista de baile.

Me arrepentí. Alex no era precisamente un buen bailarín así que disimuladamente me fui acercando al disc jockey y en cuanto pude le pedí algo lento. Entornó los ojos, pero me hizo señas de que pronto.

Tan pronto comenzó el tema lento y romántico me colgué del cuello de Alex y él rodeó mi cintura. Ahora lo podía guiar.

—¿Contenta? —preguntó mirándome. Y asentí dejando que mi rostro descansara sobre su pecho.

Cuando abro los ojos, lo que vi me impresionó y no pude evitar comentarlo.

—¿No es ese tu amigo Paul?

Alex volteó la cabeza para mirar de inmediato y le di una pequeña palmada en el hombro.

—¡Disimula! — le repliqué.

—¿Por qué? Es mi amigo —respondió mirando sin ningún recato hacia donde le indiqué. Entorné los ojos.

—Que bien.

Lo que veíamos era a Paul, el amigo de Alex, bailando muy romántico con una chica que él me explicó era Nancy. La chica por la que hicieron la broma del lagarto.

Ambos se veían bien. Él le abrazaba por la cintura y tenía su cabeza apoyada del hombro de ella. Mientras que Nancy rodeaba su cuello con sus brazos y ladeaba la cabeza hacia él. Todo indicaba que, entre ellos, sí había algo y no disimulaban, como cierta amiga que aún negaba tener algo con el baloncelista, aunque Marie, en ese momento, le estaba dando postres directo en su boca.

Ya con ver a nuestros amigos emparejados, me sentí feliz; y más enamorada miré a Alex con mis labios proyectados hacia él. En el momento en que los de mi chico estuvieron a punto de juntarse con los míos, la gigantesca mano del entrenador Parker, cayó sobre su hombro.

—Tercera falta chicos, al banco —sentenció con aquella voz ronca y profunda.

Decepcionados nos dirigimos a los banquillos de la cancha y es entonces que Alex me susurra un plan que me causó mucha risa y le dije que sí. Pero que, si algo salía mal, la culpa sería de él.

 Pero que, si algo salía mal, la culpa sería de él

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Alexander

Según mi plan, dejamos pasar un par de minutos y entonces me fui «Al baño». Me decepcionó ver que, por los pasillos de la escuela iluminada había más personas de lo que esperaba. Unas realmente iban y venían de los baños en donde se había formado una doble fila de chicos y chicas. Incluso pude ver a Paul y Nancy besándose en plena fila, y la profesora Gómez se acercó para reprenderlos, cosa que aproveché. Me desvié hacia las oficinas.

El lugar perfecto para estar a solas en ese momento, era precisamente la oficina de la directora. No precisamente en la oficina, sino en la antesala donde estaba el escritorio de Gladys. Y allí terminé sin encender la luz. En medio de la oscuridad, me puse a pensar en lo que haría en el futuro. Era obvio que buscaría un instituto en el cual estudiar fotografía y luego, viajaría el mundo. ¿Y qué de Lory? Tal vez pueda convencerla de que me acompañe. Pero sé que ella ama el modelaje y yo no quiero quedarme a tomar fotos de modelos. Es... estático.

Vaya que se había tardado. Tal vez no había podido pasar a la profesora Gómez o se arrepintió. No la culpé, le pedí demasiado y no contaba con la gente. De pronto la puerta de la administración se abrió y por la tenue luz que penetró desde el pasillo, pude ver la silueta de mi chica que quedó cubierta por la oscuridad al cerrarse la puerta. «Lory. Estoy aquí»; le indiqué en voz baja. «Por aquí»; seguí diciendo hasta que sentí que su mano tocó la mía. La tomé y la acerqué a mí. Se había reforzado el perfume y el dulce olor de flores y madera invadió mis sentidos.

Nuestros labios se juntaron y ya no quisieron despegarse, unidos por la pasión de un largo beso deseado. Mis manos acariciaban su espalda y las suyas recorrían mi torso.

Poco a poco, nuestros cuerpos se fueron juntando cada vez más y para mi sorpresa, una de sus manos, se acercó a mi entrepierna. Al principio me sorprendí de esa osadía. Pero mis hormonas explotaron produciéndome una intensa y estable erección. En correspondencia, mis manos se deslizaron hasta el final de su espalda y se aferraron a sus nalgas acariciando la suavidad de estas por sobre su vestido.

Todo mi cuerpo se estremeció de deseo al sentir que, Lory tenía un sensual tanga de hilo y por sus irregularidades, pude reconocer que era de encaje. La mano que me acariciaba pasó a aferrarse con fuerza a mi falo que era notable bajo mi pantalón, como queriéndolo reventar.

Mis dedos hurgaron entre sus nalgas, amasaron la redondez de su figura, mientras ella comenzó a juguetear con la cremallera que lentamente se fue deslizando hacia abajo; y una vez estuvo abierta su mano se aferró a mi virilidad que casi se asomó con tan solo la tela de mis calzones de por medio. Sé que lo que hacíamos estaba mal, pero se sentía tan bien, que nada importó.

No nos dimos cuenta cuando la puerta se abrió y la voz de Lory me llegó desde la distancia en la habitación. «¿Alex?»; me llamó en un susurro que se escuchó claramente en la solitaria ala del colegio.

«¿Lory?»; pregunté en un susurro.

—¿Lory? —repetí en un tono más normal.

Una sorpresiva y divertida risita se escuchó justo a mi lado. Provino, de quien tenía mi pene en su mano.

La luz del salón administrativo se encendió y pude ver a Lory parada junto a la pared. Miré a mi lado y vi el rostro de una chica que no conocía, y aún tenía su mano metida en mi pantalón. Pero para peor, mis manos aún aferraban las nalgas de aquella desconocida. Lory nos miró de arriba abajo con los ojos bien abiertos. Estaba incrédula de lo que presenciaba.

La puerta se volvió a abrir y para mi sorpresa, apareció Karen en el lugar.

—¡Daisy! Te he estado buscando —dijo. Y como si la reprendiera añadió —: Prima. ¿Qué haces? Ese es el novio de mi amiga Lory. Que desvergonzada eres. Nunca debí invitarte.

Me separé de la chica, supuesta prima de Karen y luché por subir la cremallera de mi pantalón con cuidado para no pillarme.

—Pues que envidia le tengo —dijo la chica que había estado besando y tocando —. Porque besa muy bien y tiene un buen tamaño de...

Trató de tocarme la entrepierna otra vez y me alejé más de ella. Era una... «mejor no lo digo».

La puerta se volvió a abrir y a riesgo de lacerarme terminé de un tirón de subir la cremallera. Pero al levantar la vista, Lory ya no estaba. Corrí y salí al pasillo; entonces logré verla salir por la puerta principal del colegio.

Al seguirla, pude ver que ella estaba parada lejos de la entrada con su teléfono en la oreja.

—¡No te me acerques! — Me gritó con la mano extendida.

—¡Lory, déjame explicar! —dije. Pero, para ser sincero. ¿Cómo iba a explicarme?

—¡Aléjate de mí! —dijo con la voz ahora en un quebranto que amenazaba con estallar en llanto.

Al parecer alguien había respondido al otro lado. Y sin dejar de vigilarme con su mano extendida advirtiéndome de que no me acercara, comenzó a hablar.

—¿Mamá? —dijo —. Quiero volver a casa.

Comenzó a llorar. Y yo no pude acercarme a ser su consuelo, porque era el motivo de su llanto.


Ladrón de Besos(Completa)Where stories live. Discover now