La Luna sobre Paris

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Alexander

Estaba en la terraza del hotel sentado frente a una de esas mesitas para desayunar cortando con mis manos el croissant, para untarle mantequilla, cuando vi que Natalia apareció en la entrada con el cartel en la mano. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no escupir el buche de café que tenía en la boca por la risa.

Una vez logró verme, se acerca caminando con ese paso firme y pesado con el que aparenta estar aplastando todo a su paso. Y al llegar a mí simuló una risa pronunciando cada «ja» por separado.

—Muy gracioso Alex —dijo luego —. ¿Esta es tu forma de tratar de enamorarme?

—No me digas que no te agradó. Incluso imaginé que te reirías.

—¡Claro! Me arrastré de la risa luego de caer sobre mi trasero por el susto que esta cosa me dio.

No pude evitar reírme y ella me miró con su acostumbrado enojo.

—¡Y todavía te ríes! —exclamó.

—Me rio porque dijiste «trasero» —respondo gimiendo por la risa —. Que lenguaje, señorita Parks.

—No solo sé decir palabrotas, señor Díaz —replicó con una sospechosa calma —. También sé hacer bromas.

—No me digas. Eso sería nuevo.

Levantó el cartel y lo dejó caer sobre la silla.

—Pues, para empezar, te diré que esto no es nada romántico —dijo —. Y estás cometiendo un sacrilegio untando mantequilla a los croissants.

«¿Y a mí qué?»; pensé. Le unto mantequilla a todo lo que sea como pan.

—Bien —dije haciendo una expresión media triste —. Te invito un croissant y café para hacer las paces.

Ella me miró y luego de pensarlo, movió el cartel, se sentó a la mesa y estirando la mano me robó uno de los postres mordiéndolo de inmediato. Me reí por lo melodramática que estaba siendo, mientras con un gesto le indicaba al mesero que sirviera café.

Se mantuvo callada y de vez en cuando lanzaba una mirada de soslayo tratando de evitar sonreír. Sabía que si se reía me daría la razón, pero le era imposible evitar mirarme no sentirse culpable de alguna forma; y luego de terminar su segundo croissant, me miró y tomo el cartel antes de decir:

—Está bien. Es un gesto lindo, pero la forma estuvo un poco exagerada.

—¡Touché! —exclamé victorioso.

—Te odio, Alex Díaz —dijo antes de levantarse y salir caminando con todo y cartel.

Mientras  la veo atravesar la salida y termino mi desayuno, pienso en una forma más creativa de enamorarla y cuando estaba a punto de dejarlo, mirando a todos lados, la torre Eiffel se asomó a mi vista y de inmediato imaginé que un foco encendido aparecía sobre mi cabeza. Entonces apuré mi café, pues tenía mucho que preparar para la noche.

Primer paso, necesitaría un cómplice que hable inglés y sepa actuar. Y sabía perfectamente la persona idónea. Segundo paso, pasar por alguna tienda para comprar lo que me faltaba.

Si todo salía bien, será una noche inolvidable para la rubia.

Si todo salía bien, será una noche inolvidable para la rubia

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Ladrón de Besos(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora