Mancha

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Loryann

Bailamos varias veces más y no recuerdo la última vez que me divertí tanto. La banda continuaba tocando cuando salimos y había olvidado lo fría que estaba esa noche de primavera; así que caminamos a la esquina y pedimos un taxi.

En el camino, James quiso saber que tal me había parecido la noche.

—Pues... veamos —comencé a decir —: Me llevaste al restaurante más grande en Praga y fuiste mi mesero. Cubriste todo. ¡Incluso la música! La comida estuvo bien. Pero el baile...

Con mi silencio y sonrisa, parecía que lo había dicho todo. Nos miramos y nos reímos juntos.

—¿Dónde aprendiste a bailar salsa? —pregunté en medio de mi risa.

—Mi trabajo me llevó a Nueva York —me relató —. Y... ya sabes que me gusta explorar. Entonces, me topé con esta esquina en Harlem, donde un grupo de puertorriqueños tocaban tambores y otros instrumentos. Para hacerte el cuento corto, tomé varias clases en esa esquina y me divertí mucho.

—Ah. ¿Y te conseguiste una novia puertorriqueña?

—Claro.

Con esa respuesta tan sincera, fui yo la que se quedó sin palabras por un momento. No logro sorprenderlo.

—¿Y qué tal? —pregunté tan pronto me recuperé.

—No quería que me fuera —respondió él con esa naturalidad que le queda tan bien y que me hace reír.

Cuando llegamos a mi hotel, miles de ideas me cruzaron por la mente. «¿Le invitaba una copa?»; «¿Le decía que no quería que la noche terminara?»; A fin de cuentas, en una semana saldría para Francia, él regresaría a Inglaterra y ahí terminaría el asunto. Y hasta mi tía Clara, si se enteraba, pondría el grito en el cielo. Pero, por otro lado, ya soy una mujer mayor.

James bajó conmigo ya que puede caminar hasta su hotel. Me quedé parada mirando como lleva sus manos a la espalda y me mira en espera de despedirnos.

—Me alegro que te hayas divertido —dijo tranquilo.

—Espero que tú también, aunque hayas tenido que trabajar como mesero.

Le hice reír y su brillante sonrisa, me embelesó. No podía negar que se veía guapo.

—Gracias por esta noche tan especial —le dije y me acerqué para besarlo en la mejilla.

Lo recibió y correspondió besándome en la mía.

—Bueno. Me despido. Que tengas lindos sueños.

—Que descanses —respondí.

Se volteó y con las manos en sus bolsillos, lo veo alejarse. «¿Qué pasó?»; me pregunté a mí misma. «¿Lo vas a dejar ir luego de darte la mejor noche de tu vida en mucho tiempo?». Estaba algo confundida y de pronto al mirar hacia el frente, él ya había doblado la esquina.

«¡James!»

Corrí para alcanzarlo y doblé la esquina. Pero no lo veía. Me desanimé. «Que tonta había sido. ¡Lo dejé ir!». Saqué mi teléfono y le marqué.

—Hola —contestó —. ¿Olvidaste algo?

—Olvidé decirte que...

Me quedé en blanco.

—¿Quieres un café?

—¿Un café?

—Sí, un café. Estoy en la cafetería y te veo por la vitrina.

Me volteé y ahí estaba, dentro de la cafetería. Cuando sale, trajo un café extra para mí.

—Lo que quiero. Es que la noche no termine —dije con el corazón latiendo cual locomotora.

Ladrón de Besos(Completa)Where stories live. Discover now