Con el Paso del Tiempo

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Siete Años después


Alexander

Me encontraba en el cementerio Higashi Otani. Famoso por tener más de veinte mil tumbas. Y yo, siguiendo a mi intérprete, el señor Iwasaki Kasuma, solo buscaba una. Que gracias a la eficiente disposición de los administradores, tal vez podría encontrar.

Caminaba entre las lápidas con mucho cuidado por la enorme cantidad que hay en ese cementerio. Una junto a la otra, con monolitos verticales formados por largas losas, vigas rectangulares y algunas compuestas de bases rectangulares, con esferas cubiertas con forma de techo llamadas «Kasa» y rematadas con una punta esférica más pequeña. Todas, talladas en una piedra suave de color entre el gris, azul y negro, llamada «Makabe».

El señor Iwasaki quien prefería que le llamara por su nombre de pila: Kasuma, se detuvo de pronto frente a una alta losa de piedra y mirándome con una sonrisa de satisfacción, hizo una pequeña reverencia para luego señalar con sus manos la lápida. La había encontrado.

Era una sencilla losa rematada en un arco. Exhibía un tallado cuya sombra en la concavidad oscurecían en parte las líneas de los caracteres japoneses permitiendo su lectura.

—La encontramos Alex San —anunció victorioso.

—Muchas gracias, amigo Kasuma —le dije muy complacido —¿Puedes traducirme lo que dice la lápida?

—Un honor, Alex San —respondió acercándose a la piedra —. Dice: KOBAYASHI, AKEMI. AMADA HIJA Y ESPOSA.

Esa fue mi confirmación. Había encontrado la tumba de Akemi, tal como le había prometido al señor Kobayashi, años atrás en nuestra última conversación.

Antes de ese logro, asistí a la universidad Alamo College, en San Antonio, Texas para estudiar fotografía y al instituto de fotografía de Nueva York, para pulir las destrezas, que muchos profesores vieron como «innatas».

Comencé a trabajar como fotoperiodista independiente; y ello me permitió viajar por diferentes estados siguiendo noticias. Un tornado en Missouri, una balacera en Los Ángeles, etcétera. Pero al conseguir trabajo con la revista Round World, mi sueño de viajar por el mundo y tomar fotos se realizó al fin con tan solo veintiséis años.

Antes de partir a mi primera asignación, regresé a Alabama para ver a mi madre, y mi recorrido me llevó a la casa de la directora Millet, pero no me atreví a llamar. Decidí pues, ir a ver el árbol de cerezo, que aún estaba estoicamente en pie y con las ramas mostrando sus flores en un hermoso tono rosado. Y allí pude ver a su cuidador sentado en el mismo banco.

Estaba más envejecido y ya usaba un bastón. Se preparaba mentalmente para ir a un asilo donde cuidarían de él en sus últimos años.

—Fuerzas de Yamato, ya no son como antes — me dijo luego de saludarlo —. Es triste que cerezo será consumido por bosque. Triste que tal vez, no pueda llevar una simple rama a Akemi.

—Permítame llevarla — le sugerí —. Lo haré en su honor.

—Podría ser mucha molestia.

—Ninguna para servir a un amigo.

Kobayashi sonrió. Y luego de conversar mucho sobre el futuro, me aseguré de tomar una ramita del árbol conmigo.

—Buen karma te seguirá, Alex San — me dijo el anciano.

Se levantó con algo de dificultad, e hizo una profunda reverencia que yo correspondí con el mismo respeto, deseándole que disfrutara por mucho tiempo su nueva vida y me despedí de mi amigo.

Ladrón de Besos(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora