De Corazón

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Alexander

Dos días después, atravesaba una clásica cerca de madera con puntas hacia arriba, frente una también clásica casa de granja. Sin porche, toda pintada de marrón claro, con algo de blanco en los aleros, los marcos de las ventanas y la puerta principal.

Nat esperó a que cerrara la pequeña portezuela de la cerca y me extendió la mano para darme fuerzas, iba a conocer a sus padres. Mientras camino, repaso mis encuentros con padres de chicas con las que salí. Solo dos tuvieron impacto en mí. El padre de Lory, el coronel Arnold Shaw. Y el padre de Liz, una chica con la que salía en la escuela de fotografía.

Aquel hombre era un verdadero monstruo. Y no lo digo porque fuera malo. Era enorme. Obrero de construcción, sus brazos eran más anchos que mis muslos y para colmo, fanático de la lucha libre. Tanto, que cada vez que iba a buscar a Liz, me saludaba con un candado al cuello y yo temía que en algún momento me lo rompería. Al final, creo recordar que ella se casó con hombre idéntico a su padre.

Eso rondaba en mi cabeza cuando veo que la puerta principal se abre y una gentil dama de sonrisa radiante se asoma y va directo a Nat para abrazarla. No intervine, me quedé calladito mientras veo a mi chica entrar en una batalla campal de halagos con la señora.

—Mamá —dice Nat para cambiar el tema—. Él es Alex.

Me adelanté y extendí la mano para estrechar la de ella y de inmediato, noté que lucía los mismos ojos azules y su cabello también era rubio, solo que lo llevaba más corto.

—Alexander Díaz, señora Parks. Un placer.

—Puedes llamarme Emma —respondió la señora.

—¿Dónde está papá? —preguntó Natalia buscando tras su madre.

—¡Ah! Está otra vez en el granero, arreglando el tractor.

—¿¡Otra vez!? —exclamó la hija—. ¡Le dije que comprara uno nuevo, que yo aportaría para pagarlo!

—Ya sabes que él adora esa chatarra. Lo considera su socio de la granja.

—¿Y el dinero que le envié para el enganche de un tractor nuevo?

—Piezas para el viejo y una botella de whiskey.

Tomé nota de esa conversación, porque en ese momento, no me atreví a reírme, oyendo a la señora Parks con los brazos cruzados; y viendo como Natalia se masajeaba las sienes.

Acogedora y encantadora, es lo que mejor describía la casa por dentro. Y si bien el señor Parks era adoración con su tractor, la decoración de los muebles me hizo pensar que la señora Emma Parks, tenía alguna compulsión por los cojines. Estaban por todas partes. Hasta seis en un solo sofá. Incluso un taburete en la cocina tenía uno.

En fin que el interior de la casa de los Parks era un catálogo de butacas, sofás y sillas decorados con cojines de todos tamaños, formas y colores.

—Siéntense, les preparé algo para que coman.

—Muchas gracias, seño... Emma —me apuré a corregir al ver que hizo el mismo gesto de su hija, cuando está molesta.

En ese momento, una puerta de malla en la parte de atrás se abrió y un hombre delgado entró frotándose las manos en un paño, se dirigió a la señora y le da un tope con el hombro que era el único lugar en su ropa que no estaba manchado de grasa.

—Al fin llegó mi princesa —dijo sonriendo.

—¡Papá! —exclamó Natalia.

Para no acercarse a su padre bañado en grasa, la hija llevó sus manos a los labios y le lanzó un beso desde lejos. Además de delgado, el señor Parks también contaba con ojos azules, que contrastaban mucho con un recio y arrugado rostro. Su cabello es todo blanco, con ciertos destellos grises. Vestía una camisa amarilla o al menos eso parecía que era el color original, porque se perdía entre manchas nuevas y viejas de grasa. Y por supuesto, pantalones vaqueros, en las mismas condiciones.

Ladrón de Besos(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora