IV

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Durante la semana no se sintió mejor. El lunes, por mera inercia, se levantó temprano, sólo para hacer todos los avisos correspondientes y volver a dormir con toda la incomodidad que su brazo roto le daba. Alicia lo visitó cada noche y le llevó comida. Habló con Immanuel vía Skype, porque eso de escribir mensajes de texto con la zurda no sólo era lento, sino bastante accidentado.

     Sólo recibió un mensaje de Thibault el miércoles. Le decía que cuando se sintiera mejor, le escribiera por favor. No volvió a saber de él durante esos días.

     Intentó regresar a Cambridge para el jueves, y terminó yéndose temprano a casa. Le dolía muchísimo el brazo, y moverse en tren como había estado haciendo, era una tortura. Prometió trabajar desde su hogar, aunque era una promesa hueca, ya que debía estar en la biblioteca de la universidad para continuar con sus investigaciones.

     Sin embargo, comenzó a aburrirse pronto de su vida sedentaria. Le pidió, casi le rogó a Alicia que salieran aquel sábado, el siguiente a su accidente, y eso que él no era precisamente de los que disfrutaran de salir. Su amiga no estuvo muy convencida, pero aceptó ir cerca.

     —¿Por qué odias tanto a Thibault Fitkin? —Era inevitable que su conversación terminara en ese punto.

     —No lo odio. Ya te dije, incluso era de las que lo toleraban. Pero siempre ha sido un estirado. ¿Lo has visto? ¡Es antinatural el cómo es! Siempre fue así, aunque desde que regresó de Estados Unidos es peor. Cada día se parece más a su padre... da gracias que no conoces a Richard Fitkin, ese hombre da miedo —explicó Alicia.

     —¿Y cómo se supone que lo conoces tú?

     —Thibault y yo estudiamos juntos desde el kindergarten y hasta que se fue a América a la universidad. Fui muchas veces a su casa, y él a la mía. A hacer trabajos escolares y esas cosas. Incluso conocí a su hermano mayor, Theodore, ya sabes... el que se murió en la guerra. —Alicia dio un trago a su smoothie de fresa, porque con tanta medicina que estaba tomando Killian, se solidarizó y ninguno de los dos tomó alcohol en aquella ocasión.

     —Ya veo.

     —Cuando regresó —ella continuó—, se corrieron muchos rumores. Traté de no escucharlos, porque, qué me importaban a mí sus motivos para volver, o lo que le había sucedido en Estados Unidos, ¿no? Sin embargo, inevitablemente, varios llegaron a mis oídos. Eso sí, no me creí nada. Por lo que sabía, todos podían ser chismes infundados... ¿lo ves? No lo odio, sólo creo que parece robot sin emociones.

     Killian rio con debilidad. Debía estar de acuerdo. Quiso preguntar sobre aquellos rumores, pero ¿para qué? Era obvio que tanto la sociedad londinense, como los Fitkin, y el propio Thibault ya habían superado aquello.

     La salida de esa tarde sin duda le ayudó. Alicia se quedó esa noche con él, viendo películas en televisión y charlando de cualquier cosa. En verdad sentía en el alma que lo suyo no floreciera, porque era obvio que, a pesar de sus diferencias, eran compatibles. La conoció en una primera visita a Londres, cuando fue a dejar su documentación a Cambridge, y tras el fracaso, lograron quedar como amigos, lo cual fue un aliciente y un remanso para él, cuya vida en la capital inglesa se auguraba solitaria. Todavía más de lo que era en la Ciudad de México.

***

Finalmente, a las dos semanas de su accidente, Killian retomó la rutina tanto como pudo, considerando que tenía un brazo enyesado. Escribió a Thibault esa mañana, diciéndole que ese sábado podían verse, si le parecía bien. El otro no respondió de inmediato, lo hizo hasta pasadas las diez de la noche, diciéndole que sí, pero que el lugar debía ser la residencia Fitkin, en Windsor, porque su madre quería conocerlo.

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